miércoles, 6 de junio de 2012

Revista Sinécdoque Nº2 | "Las definiciones de “lo alternativo” como alternativas de clase: una apuesta política" (Escribe Nicolás Núñez / Ilustra Laucha)


Medios Alternativos/Clase/Izquierda

Las definiciones de “lo alternativo” como alternativas de clase:
una apuesta política 
Escribe Nicolás Núñez
Ilustra Laucha

I) Introducción

La siguiente ponencia se propone realizar un breve recorrido por diferentes operacionalizaciones del concepto “medio alternativo”, asentándose sobre la reposición de una hipótesis: se trata de un término binómico en el que las distintas definiciones respecto de su especificidad pueden discernirse entre aquellas que acentúan en la práctica comunicacional-discursiva,  por un lado, y las que privilegian la inscripción del medio en un horizonte político de trascendencia al orden de la sociedad capitalista, por otro. Luego se señalarán desplazamientos en el campo de los estudios en comunicación y cultura que cercenaron el peso de la visión “marxista-totalizante”. Se propondrá allí conside-rar al signo “medio alternativo” como signo ideológico y analizar la tensión alrededor de su definición como una disputa imbricada en relaciones de clase. Se problematizará el trayecto teórico previo en función de algunas posibles tensiones de la realidad social y política de nuestro país. Finalmente, se analizará la relación de los medios alternativos con las organizaciones de izquierda, que efectivamente inscriben su práctica en un horizonte de transformación radical de la sociedad en particular, y, si bien someramente, algunas tensiones suscitadas por la       puesta en debate de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.

II) Un recorrido por las definiciones de “lo alternativo”

En las décadas de teorización que lleva sobre sus espaldas la práctica de la comunicación alternativa, es un lugar común dar cuenta de la indecibilidad de una definición compartida por el conjunto de los sujetos teórico-políticos que intervienen en los debates y en la práctica concreta. Sin embargo, se han desarrollado numerosos intentos de definiciones que, aún reconociéndose inacabadas, intentaron dar cuenta tanto de la especificidad de lo alternativo como de la prefe-rencia por determinadas perspectivas comunicacionales alternativas y no de otras.
Como se señala en “Comunicación alternativa y cambio social: un libro para cuatro décadas” (Vinelli, 2008), el enciclopédico trabajo de Grinberg logra contemplar en su     constelación de textos recopilados una gama de posibles aproximaciones a una definición de alternatividad que logra trazar puentes de continuidad hasta el presente, necesariamente     inscriptos en los desplazamientos que ocurrieron en el campo de la comunicación y cultura en las últimas tres décadas. Vinelli propone en su artículo la identificación de cinco líneas que se encontrarían en mayor o menor medida desarrolladas en aquel trabajo, de las que luego es posible delinear una continuidad hasta la actualidad. Una institucional; una ligada a la concepción de comunicación para el desarrollo; el culturalismo; la línea totalizadora desarrollada desde el marxismo; y, finalmente, la autonomista.
Sobre un eje temporal, es posible seguir cómo la trayectoria de las tres primeras fue empalmando con algunas de las transformaciones del campo acontecidas en Latinoamérica luego de la salida de los procesos dictatoriales -con el aplastamiento físico y político que conllevaron sobre una generación entera-; la instituciona-lización y profesionalización del estudio y de las prácticas comunicacionales; la imposición de modelos económicos de corte neoliberal, entre otros procesos (Mangone, 2005).
Los primeros años del siglo XXI, con los distintos procesos masivos de revueltas populares que se dieron a lo largo de Latinoamérica, dieron el marco para que la perspectiva marxista-totalizante vuelva a ganar terreno, no sólo en la teoría, sino también en el desarrollo de experiencias concretas de comunicación alternativa.
Así mismo, es en ese período que gana vitalidad la perspectiva autonomista-posmoderna. Pero en este caso es posible señalar, a partir de los planteos de Vinelli y Mangone, que el desarrollo de la misma se hace sobre la base de una parte importante de las tesis y argumentaciones sobre las que se asentaban algunas de las tres pri-meras líneas. La virulencia de la crítica a las nociones de “vanguardia” y  “clases”, y con ella a la praxis partidaria, de la mano del enaltecimiento de tendencias inmanentes “participativas” y de las particularidades de lo “comunal” y “territorial”, es algo dado a encontrar tanto en aquel li-minar trabajo de Grinberg (Grinberg, 1989) como en intervenciones de co-lectivos autonomistas recientes.
Por fuera de este desarrollo cronológico, y en función de una posible sistematización, es posible articular estas cinco tendencias desde otro enfoque: a partir del lugar desde el cual definen la “alternatividad” de una práctica comunicacional. Nociones de pares como las de “alternativos de y alternativos a” o “alterativo y alternativo” permiten avanzar en ese sentido. Por un lado, dando cuenta de si la definición de lo alternativo se encuentra sobre la base de la definición de la especificidad de la práctica comunicacional/discursiva del medio o por su articulación orgánica con un proyecto político de transformación de la realidad, en el cual se entiende en tanto medio para este fin. Y, por otro, para dar cuenta de si, en tanto se inscriba dentro de una perspectiva de modificar “un estado de cosas existente”, se propone o no una ruptura con el “sistema económico-político de dominación” (Rodriguez Esperón, 1994).
De esta forma sería posible evidenciar que tanto las primeras tres tendencias como la autonomista ponen el peso de la definición de la alternatividad en la práctica comunicacional y discursiva del medio en cuestión y que, si están articuladas con algún proyecto político, lo hacen desde una lógica local-comunitaria o impulsadas desde el Estado (de sociedades capitalistas), pero no desde una de transformación radical de las relaciones sociales de la sociedad como un todo.


III) Lo alternativo en disputa, contextualizado y multiacentuado

Me propongo profundizar un poco más el agrupamiento de trayectorias que ha sido delimitado, en particular desde la intervención de Grinberg, y las subsiguientes con las que lo hemos emparentado. Desde allí, creo que es posible confeccionar una refe-rencia -apoyándonos en las reflexiones de Mangone (Mangone, idem.)- del conjunto de las críticas a la perspectiva “marxista-totalizante” que permitan bajar un poco más a tierra las tensiones en juego. Se trata, como se ha señalado, de enmarcar los posicionamientos en un determinado proceso histórico social, en particular dando cuenta de los desplazamientos del campo en cuestión. Tenemos, entonces, una América Latina en los ´80 y ´90, en un contexto caracterizado por los elementos que señalamos en el apartado anterior. Allí empezarán a emerger estos señalamientos, con un trasfondo subjetivo donde se encuentra también un balance crítico respecto de la derrota sufrida en la década previa y transformaciones en el terreno intelectual con la circulación de todas las teorías que empalmaron con la ola del posmodernismo.
Y así contextualizado es posible entonces enumerar: una revaloración del relativismo ideológico; la definición de un cambio en el modo de acumulación capitalista que habría abandonado la centralidad de la in-dustria hacia otras ramas (servicios, ciencias), con lo cual también disminuiría la gravitación social y política de la clase obrera industrial; en suma, una crítica a la noción de clase y lucha de clases que ayuda a un traslado del eje de la denuncia de la desigualdad a la diferencia; a la par de una búsqueda de constitución de sujetos políticos a partir de las “otredades” culturales y la apuesta por los movimientos sociales, de la mano del enaltecimiento de las particularidades “nacionales”, “folclóricas”, de diversas expresiones de la cultura popular en un sentido amplio; el abandono de la perspectiva de la disputa por el poder político en general y el Estado en particular, que pasa a ser visto como un posible garante de nuevas prácticas comunicacionales; por último, el ataque a la noción de “vanguardia política” y a la organización partidaria.
Es posible aquí reforzar el peso que Magnone otorga a la ideología posmoderna en estos desplazamientos y nuevos posicionamientos. Encontramos en la enumeración precedente los elementos que Alex Callinicos (Callinicos, 2011) entiende como constitutivos del discurso posmoderno: la transformación del modo de producción capitalista, tendiente al traspaso de la producción industrial de manufacturas a una industria del conocimiento y los servicios; la puesta en boga de corrientes que desde el arte y la cultura critican diversos principios de la modernidad, recurriendo a la heterogeneidad y la recuperación del pasado y la cultura de masas; teorizaciones postestructu-ralistas que retoman el espíritu anti-escencialista y de crítica a la noción de “verdad”. A su vez, la aparición de la propia posición posmoderna en la intelectualidad, esencialmente europea y norteamericana, es entendida por el autor como un subproducto de las de-rrotas políticas del período 1968-1976, empalmado, a su vez, con una voluntad de una fracción de esa intelectualidad de adaptar su modo de vida a las nuevas lógicas de consumo (Callinicos, idem.).
Considero posible afirmar algo similar respecto de los posicionamientos teóricos que intentan borrar la perspectiva anticapitalista de la defi-nición “medio alternativo” en América Latina. Se trata de posicionamientos imbricados en un balance crítico de las derrotas pasadas, confeccionados en función de un borramiento de una perspectiva revolucionaria a futuro. Allí tenemos, recapitulando, las líneas de trabajo sobre comunicación alternativa definidas como: institucional, de la comunicación para el desarrollo, culturalista y autonomista. Conceptualizaciones que, en gran medida, se adaptan al nuevo clima post-dictatorial, que incluye un cambio en la percepción del Estado, alrededor y en función del cual se desenvuelve la institucionalización del campo académico de desarrollo de los espacios que analizan comunicación y cultura; y prácticas que en gran medida son prestidigitadas, pensadas y financiadas desde sectores del capital concentrado (Ford, Rockefeller, entre otros) o desde el propio Estado. Se trata de posiciones en las que lo alternativo es necesariamente pensado en clave crítica/oposicional respecto de algo, sea la comunicación de la industria cultural, los contenidos transnacionales, las prácticas verticales o pensadas desde las demandas e inquietudes particulares de un comunidad. Pero no en función de una visión de transformación totalizante. Retomando nuevamente a Callinicos, se trata de perspectivas críticas sobre algún punto de lo socialmente dado, pero a la hora pensar un proyecto alternativo y de transformación social, “es innegable que la estabilidad social no depende de la creencia de las clases subordinadas en la legitimidad del status quo, sino de una fragmentación de la conciencia social que les impide desarrollar una perspectiva integral de la sociedad en su conjunto.” (Callinicos, 2011, p.237)
 Es en este punto en el cual entiendo que resulta pertinente ir un poco más profundo en las conceptualizaciones, a partir de retomar algunas de las herramientas que nos presenta Valentín Volóshinov en El Marxismo y la filosofía del lenguaje. Para el autor soviético, distintas clases sociales interaccionan a partir de los mismos signos de la comunicación ideológica y, por ende, en estos últimos se cruzan los acentos que cada clase intenta impregnarle a partir de sus intereses concretos. “El signo llega a ser la arena de la lucha de clases (...) al mismo tiempo que un medio refractante y distorsionador de la existencia” (Volóshinov, 2007, p.47). Volóshinov plantea una disputa constante, aunque no siempre con la misma virulencia, en el plano del signo por su carácter, su acento valorativo; como ser su crista-lización en tanto elogio o injuria, verdad o mentira.
En las tensiones entre definiciones que encontramos en nuestro trayecto, se trataría de avanzar en ver qué intereses de clase están detrás de la multiacentualidad del signo “medio alternativo”. Entiendo que es posible encontrar una preocupación de carácter similar en Armand Mattelart cuando señala que fue la “sociología burguesa”quién bregó todo lo posible porque no se incorporara una teoría clasista al análisis de la comunicación (Mattelart, 2010, p.53). Siendo que aquí no se trata de pensar en sociólogos que, a la vez que sociólogos, fueran propietarios de fábricas, de examinar en clave determinista en la biografía de quienes teorizan respecto de lo alternativo, sino de entender qué intereses de clase cavan trincheras y construyen fortalezas no siempre visibles tras esos posicionamientos teóricos. En este caso, tras el intento de acentuar la noción de lo alternativo en forma independiente a una construcción política anticapitalista.
La noción de Voloshinov toma como insumo, aunque no se ciñe, a la “teoría del reflejo”2 que Mattelart atribuye a Lenin  (Matterlart, 2010, p.57), lo cual se percibe ya en su preferencia de los verbos “refracta” y “distorsiona”. Pero resulta claro que lo que el compañero de Bajtín señala se asienta sobre una de las batallas que el líder del partido bolchevique dio, quizás, con más firmeza:

“Ya no puede hablarse de una ideología independiente elaborada por las mismas masas obreras en el curso de su movimiento, el problema se plantea solamente así: ideología burguesa o ideología socialista. No hay término medio (pues la humanidad no ha elaborado ninguna “tercera ideología”; además, en general, en la sociedad desgarrada por las contradicciones de clase nunca puede existir una ideología al margen de las clases ni por encima de las clases). Por eso, todo lo que sea rebajar la ideología socialista, todo lo que sea alejarse de ella equivale a fortalecer la ideología burguesa. Se habla de espontaneidad. Pero el desarrollo espontáneo del movimiento obrero marcha precisamente hacia su subordinación a la ideología burguesa.”(Lenin,2007, p.137)

Podríamos aquí sumar lo propio señalado por Mattelart:

“La noción de clase contradice la sagrada verdad que reza que cada uno es libre de recibir información o que cada uno es libre de expresar y transmitir libremente su propia información a otros.
La importancia de un análisis de clase es que enfatiza el siguiente hecho: porque la clase dueña de los medios de producción económicos e ideológicos se apropia de la producción de fuerzas sociales antagónicas tiene que imponer su realidad y su orden como los únicos posibles.”(Matterlart, 2010, p.53)

                Hilando lo planteado en los párrafos precedentes, considero que es posible afirmar que desde una posición ligada al marxismo y al entendimiento de la sociedad como un todo escindido en las luchas inherentes de clases sociales antagónicas, a la vez que extendiendo esa noción de conflictividad clasista al propio terreno del lenguaje y los signos ideológicos, es posible entender la acentuación del signo “medio alternativo” en pugna entre: una posición que no se propone cuestionar el poder político-social y económico que detenta la clase burguesa, que lo presenta como el único posible y que es incluso fomentada en su estudio, difusión e intervención por sectores de esa clase, sean empresas, fundaciones, Estados u organismos internacionales, que confeccionan -de hecho- una apuesta por ella; y otra, que entiende que, justamente, lo alternativo debería ser definido en pos de una estrategia revolucionaria que se proponga torcer esa realidad y que, por ende, tenga una perspectiva de búsqueda del poder político, responda a los intereses históricos de la clase trabajadora y sea ejercida como “un reto a asumir por los cuadros políticos y los grupos de investigadores ligados a organizaciones de militancia”(Graziano, 1980).
Se trata de una dinámica que excede a la propia voluntad individual o actuar conciente (en contraposición a inconciente, y no en tanto conciencia de clase) de quienes intervienen en los intentos por fijar un sentido de lo alternativo, en tanto responde a condicionamientos sociales más profundos. Y que no implica en su enunciación desarrollada en este caso que la batalla por el signo ideológico deba perseguir la “exclusividad” del uso del término, dado que, por un lado, eso lo daría por muerto y, por otro, sería imposible en tanto esa disputa depende, en última instancia, de la propia existencia de las clases en pugna. Tampoco de desechar o desestimar de por sí el conjunto de las prácticas comunicacionales que toman directrices de esas definiciones. Se trata de evidenciar, o cuando menos hacer hincapié, en que existe una lógica clasista detrás de la pluri-significación del signo “medio alternativo”. De que se trata de un momento en sí de la permanente batalla por la significación social y de un capítulo muy particular, en tanto se trata de la posibilidad de prefigurar, de pensar y edificar una lógica comunicacional globalmente distinta a la que impone una sociedad basada en la existencia de clases, en la aprehensión desigual de los bienes materiales y culturales y la consiguiente búsqueda de dominación política de los oprimidos por la clase opresora.
                En forma ad-hoc, se impone pensar el peso de estas pulsiones de intereses de clase en el proceso de significación social a la hora de evaluar el propio desarrollo de las experiencias de medios alternativos. 

IV) Una vuelta de tuerca alrededor del efecto Mühlmann y lo contra-institucional a partir del programa de lo alternativo

Vinelli realiza en “Una historia de espectros. Apuntes sobre televisión alternativa comunitaria o de baja potencia en Argentina”  una reposición del devenir dispar de algunas de las primeras experiencias de TV alternativa en nuestro país, como ser Canal 4 de Alejandro Korn, Canal 4 de La Plata y Canal 4 Utopía, así como también del desenvolvimiento de la Asociación Argentina de Televisoras Comunitarias (AATeCo). Para la autora:

            “los casos reseñados permiten vislumbrar -aunque en sus cruces y no como tipos puros-, algunas de las diferentes tendencias en que el proceso se desarrolló: desde las televisoras que priorizaron lógicas de organización y gestión microempresarias centradas en intereses económicos y creativos individuales, hasta aquellas que se plantearon como alternativas y comunitarias, rompiendo con el modelo televisivo hegemónico y convirtiendo al público destinatario en agente activo del proceso. Pasando, también, por las prácticas televisivas que buscaron hacer lo suyo en un marco que podría caracterizarse como de complicidad semi institucional. Obviamente el camino fue más difícil para las emisoras convencidas del rol social que el medio debía cumplir: así lo demuestran los siete años de resistencia del Canal 4 Utopía y los constantes allanamientos para las televisoras que militaban un discurso y una práctica opositora.” (Vinelli, 2005, p.29)

Luego agrega:

“El recorrido que va desde la fiesta inicial, con todos sus matices, hasta el decaimiento generalizado de mediados de los noventa, puede ser leído de este modo a partir de lo que el francés René Loureau llama efecto Mühlmann; un fenómeno que arranca con la fuerza combativa de lo instituyente arremetiendo contra lo instituido pero que si no se acompaña por una forma de acción contrainstitucional termina por sufrir un proceso de institucionalización que arrastra a las fuerzas sociales ‘a diluirse y negarse en forma tal que reproducen a las restantes fuerzas sociales institucionalizadas’” (Vinelli, 2005, p.30)

Podríamos agregar, retomando el apartado previo y junto a Loureau -para después señalar un discernimiento-, que:

“la contrainstitución no puede costearse el lujo de ser o de pretender ser unaalternativa si no dispone de un mínimo de medios, o si se contenta con utilizar el modo de acción contra-institucional en un sector limitado de la práctica (…) cualquier intento contra-institucional que se las arregle para no concernir más que a un aspecto fragmentario de la vida cotidiana, pertenece más o menos a la fase que he denominadoestética.”3

La recuperación que utiliza este autor libertario de las nociones de lo instituido, lo instituyente y lo contrainstitucional, aporta consideraciones a la hora de pensar los medios alternativos en tanto nuevas formas de autoorganización que, para efectivamente oponerse al orden existente, debieran estar en una permanente renovación y puesta en batalla de sus lógicas operacionales con las de las formas organizativas existentes. Algo que, contrastando la dilemática relación de los nuevos medios comunitarios del conurbano bonaerense -con su apuesta restringida por nuevas formas de participación y comunicación- con la estructura partidaria del Partido Justicialista de la provincia, logra entenderse con mucha más claridad (Vinelli, 2005).
Ahora bien, claramente sin considerar el siguiente comentario como supletorio de un análisis mucho más profundo y problematizado, considero, en resumidas cuentas, que los propios ejemplos sobre los cuales Loureau edifica su teoría (como ser la Comuna de Paris, la revolución rusa y los acontecimientos de Kronsdat, y las emergencias de la República Española), no pueden ser explicadas sobre la base de la búsqueda de una mera ley esencial del desenvolvimiento suprahistórico de los imaginarios sociales y las instituciones en que sedimentan su devenir, sino en las propias relaciones de fuerza, de las clases sociales que dan vida corpórea a esos imaginarios y que son la carne sobre la que se asientan los triunfos y derrotas. Las instituciones son creadas por esos sujetos sociales en el marco de sus batallas y respondiendo a finalidades específicas. La capacidad de integración de lo instituido -esencialmente el poder político de una clase sobre otra- sobre lo que intenta construirse como instituyente, responde justamente a su capacidad  de opresión, coerción, negociación y convencimiento, que se mide en batallas con resultados concretos 4.
En el caso de la problemática que aquí estamos abordando, considero que, para mejor entender la asimilación de medios que llevan adelante prácticas comunicacionales en algún punto alternativas a las lógicas del mercado y el propio Estado, es necesario entenderlas a partir de su posicionamiento y práctica política. De la mano, entender que el “programa” que defienden los medios comunitarios, alternativos y populares tiene en su realización una necesaria imbricación con el nivel de movilización de los trabajadores y los sectores populares, dado que su implementación no es parte de la agenda de los intereses del Estado y los sectores más poderosos del capital privado, nacional y trasnacional. Lo que es lo mismo que decir que, se lo propongan o no, conciente o inconcientemente, por lo que los medios alternativos, comunitarios y populares luchan no encuentra una posibilidad de realización plena en los márgenes del capitalismo contemporáneo. No hay posibilidad de vencer a las lógicas comunicacionales de los medios masivos sin un cuestionamiento de su propiedad en manos privadas y su puesta al servicio de la búsqueda de ganancia. No hay posibilidad de acceso de toda la población a las nuevas tecnologías en el marco de una sociedad que no garantiza el acceso a niveles básicos de comida, alimentación, vivienda y educación. No hay posibilidad de puesta en marcha verdaderamente instituyente de nuevas formas de organización y deliberación horizontales en el marco de un Estado que fomenta la despolitización, cercenándola a la participación electoral, y que reprime y persigue a las construcciones políticas, sindicales y culturales que lo desafían. Y la lista podría seguir.
El apoyo coyuntural que los medios comunitarios puedan recibir desde el Estado o sectores del capital privado, debería ser entendido, siguiendo esta clave, justamente como un intento por institucionalizarlos, por imprimirles la lógica de la organización burocrática del Estado y la aceptación de lo dado como lo único posible. Por ende, dotarlos de un horizonte de resignación y aceptación de la miseria de lo posible que abona a la cada vez mayor concentración de la riqueza en menos manos. Lo cual no implica negar la importancia de conquistas parciales que se puedan alcanzar, sino más bien, entenderlas en el marco de un Estado que juega el rol de amortiguador de los intereses contrapuestos entre las clases y un capital que se ve obligado por la correlación de fuerzas a ceder con una mano lo que intentará recuperar con la otra.
Retomando el hilo previo, no es casualidad, como se señala en el artículo de Vinelli, que las prácticas de Canal 4 Utopía hayan sido las más perseguidas, como así tampoco es casualidad que hoy tengan preferencia a la hora de recibir licencias los medios ligados al oficialismo del poder político de turno. Pero tampoco es casualidad la persistencia de experiencias de comunicación alternativas que se autodefinan e inscriban en una búsqueda política de superación de los límites de la sociedad capitalista; que se multipliquen al calor de períodos de gran movilización social como el pos 2001 argentino; que liguen sus prácticas comunicacionales a las luchas que dan los sectores populares; que intenten aportar desde sus miradas a la constitución de herramientas políticas, con independencia política del Estado y los partidos del régimen; que busquen ligarse de una u otra forma entre sí para amplificar su nivel de alcance; que innoven en la estética sobre el complejo filo que separa a la vanguardia política de la vanguardia estética en pos de su mayor visibilidad y acceso de los sectores a los que pretendan llegar. Pareciera que es esa apuesta política la mayor garantía anti-asimilatoria y contra-institucional que los medios alternativos pueden esgrimir frente al poder de los medios tradicionales, el mercado y el Estado.
El desarrollo de los medios alternativos al margen del imaginario conceptual con el que se liguen, reafirmamos entonces, no se cocina en su propia salsa, la de su práctica particular comunicacional-discursiva, sino que se encuentra, a nivel histórico, ligado a los avatares de la lucha de clases.

V) Los medios alternativos y la izquierda partidaria

De lo anteriormente desarrollado podría pensarse que necesariamente la práctica de los medios alternativos debería tender a empalmar con la política desplegada por los partidos que en su programa político coinciden con los elementos esenciales de la lucha que llevan adelante aquellos5. Sin embargo, es posible señalar algunas de las tensiones que, al margen de las intervenciones coyunturales, han hecho más compleja esa relación.
De más está retomar aquí todas las críticas que fueron enumeradas en el tercer apartado respecto de cómo algunas teorizaciones e intervenciones de comunicación alternativa, en particular las que no centran su entendimiento de lo alternativo en una edificación anticapitalista, se posicionan en forma crítica hacia los partidos, sea por su verticalismo, vanguardismo, falta de entendimiento de las particularidades nacionales, culturales, etcétera. Sólo al pasar, quizás pudiera ser señalada una respuesta recíproca por parte de algunas edificaciones de la izquierda partidaria, como ser, la negativa de considerar la propia prensa como un medio alternativo, debido al hecho de considerar que éstos sólo buscan construir “otra” comunicación, en contraposición de la voluntad de construir “otro” polo político de las publicaciones partidarias (Gandara, 2004). 
De esta última intervención, sin embargo, puede empezar a hilarse una tensión más profunda. A saber: partiendo de una caracterización de la situación de descomposición del capitalismo, de generación de miseria y pauperización creciente, y de la desembocadura de ello en recurrentes estallidos de movilización y concientización política, los partidos de izquierda vuelcan jerarquizadamente sus fuerzas existentes a la intervención en esos conflictos, buscando protagonizarlos y lograr fortalecer la constitución de una herramienta política que se considera  condición sine qua non para los cambios profundos que la sociedad requiere. Esto los lleva a no tener como prioridad la pelea cultural, contrainformacional (Vinelli y Esperón, 2004) y de pelea por la subjetividad que sí se proponen en términos generales realizar los medios alternativos; y que la propia tradición de izquierda que se reivindica como tal sí desenvolvió en una época histórica en la que las contradicciones del desarrollo del capitalismo no se habían terminado de expresar en su completitud, como ser la experiencia del enorme Partido Socialdemócrata de Alemania de fines del siglo XIX y principios del XX. La construcción de herramientas comunicativas partidarias se liga en todo momento a aquella orientación.La prensa partidaria, en términos generales, no se propone intentar “dar vuelta” la agenda propuesta por los medios masivos, sino intervenir críticamente sobre ella, y su horizonte es el de hacer crecer la llegada de la organización; su eje esencial es, ante todo, servir de organizador colectivo de la propia actividad del partido en su búsqueda de ligazón de sectores de masas.
De estas definiciones, puede pensarse, surgen luego disparidad de trayectorias individuales y de colectivos diversos que, obviamente, exceden lo que aquí podría ser reseñado. Pero resulta interesante reponer como ejemplo la disparidad de opiniones de cara a la discusión que impuso la elaboración del proyecto y la posterior aplicación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, hecho tan caro al conjunto de las medios comunitarios, alternativos y populares. Nuevamente, a los fines de hacer viable el análisis y la contraposición, se tomarán de referencia a las intervenciones de la Red Nacional de Medios Alternativos (RNMA), por su representatividad, pero también por su posicionamiento crítico, con más puntos de contacto con lo señalado por los partidos de izquierda que con los posicionamientos de medios y colectivos de medios y prensa más ligados al oficialismo, cuya posición fue más cercana al apoyo total a la iniciativa del gobierno. En el mismo sentido, el espíritu de lo que sigue no se encuentra en el análisis de la propia ley, sino en los posicionamientos políticos frente a ella.
La RNMA había albergado en su seno -sobre la base de proponerse luchar por la derogación de la Ley 22.285-  distintas visiones: tanto de posicionarse luego por una nueva ley que regule la actividad de los medios alternativos o, más bien, de negar la necesidad de una ley que regimente la circulación de mensajes en la sociedad6. Sin embargo, al momento en que -en el marco de su pelea con el Grupo Clarín- el kirchnerismo empezó a hablar de retomar los 21 puntos señalados por la Coalición por una Radiodifusión Democrática para reglamentar una ley que deje atrás a la ley impuesta por la última dictadura militar, la RNMA se propuso intervenir y coordinar con la mayor fuerza posible para intentar conseguir el marco más acorde posible a las necesidades de los medios alternativos, comunitarios y populares. Así intervinieron en los distintos foros que se dieron el país, como también en las audiencias en el Congreso, y publicaron declaraciones que entendían al proyecto como un piso superior al cual se contaba hasta el momento, cuyo contenido podría ser resumido en su título: “queremos la ley, pero con nosotros adentro”. Ante el hecho de que la ley finalmente aprobada no contuviera contemplados los puntos centrales de sus reclamos, sacaron una declaración que empezaba: “no estamos en la Ley pero existimos”. Esencialmente haciendo eco en lo problemático y desigual de cómo había sido definido el 33% del espectro por el que debían competir con entes como la CGT o la Fundación Noble. Y haciendo referencia a cómo, ante el desamparo al que los ciñe la nueva ley, quedaban víctimas de la voluntad del poder de turno.
Por su parte, los partidos de izquierda desde un primer momento señalaron una negativa a apoyar al proyecto de Ley. En general, se trata de organizaciones que no apoyan ninguna medida de un gobierno capitalista, tanto por sus habituales contenidos, por las limitaciones que encuentran incluso en los proyectos entendidos como progresistas por gran parte de la sociedad y en pos de no ayudar a aumentar la legitimación política de quién ocupa el poder del Estado. La excepción a esta “regla” se encuentra en aquellas legislaciones que son un producto de una lucha concreta que conquista un determinado derecho a partir de construir una correlación de fuerzas favorable que se ve cristalizada en una ley. Justamente este punto les era achacado, en algunas de las polémicas desatadas, por sectores de medios alternativos, quienes hacían referencia a que, con sus limitaciones, esta ley surgía de los años de peleas que se habían librado contra una regimentación que dejaba en la ilegalidad a los medios sin fines de lucro. Lo que terminó por tener más peso a la hora del rechazo, sin embargo, fue el carácter regimentador que se veía detrás de la ley. Una relegitimación del poder del gobierno de turno, su ubicación en las nuevas entidades constituidas, su ubicación en la instancia última de otorgamiento de licencias, su manejo discrecional de los fondos, en suma, la voluntad de fortalecer el poder mediático del oficialismo, frente a una coyuntura en que gran parte de los medios masivos privados de mayor peso habían dejado de coincidir en sus intereses con los del gobierno nacional. No por casualidad, en la totalidad de las prensas de los partidos fue citado profusamente el artículo “La libertad de prensa y la clase obrera” de León Trotsky donde, desde México, el revolucionario tomaba posición contra los ataques a medios privados desplegados por el gobierno de turno y sus aliados entre la clase trabajadora. Señalaba allí que toda legislación restrictiva, así sea elaborada en pos de un conflicto particular con un sector de la burguesía, sería luego inevitablemente puesta en marcha contra la clase obrera.
Aquel diagnóstico está en tren de comprobarse. Lo que ya es un hecho tras la aprobación, como lo señala  Javier Torres Molina en su trabajo “La ley de servicios de comunicación audiovisual y los medios comunitarios” (Torres Molina, 2010),  es que los medios alternativos siguen teniendo enormes dificultades a la hora de poder acceder a su legalización y que, por el contrario, continúa aumentando el caudal de medios adictos al oficialismo de turno.
En ese marco, la izquierda partidaria y la RNMA volvieron a tener un punto de contacto a partir de la Coordinadora en Defensa de la Comunicación Alternativa, Comunitaria y Popular, constituida a partir de la necesidad de intervenir en defensa de medios atacados por sectores privados y/o ligados al gobierno nacional. En ese momento se trataba del Canal 13 Giramundo de Mendoza y AM 770 de la Ciudad de Buenos Aires. Y que hoy se reaviva en los necesarios reclamos, tras publicarse los elevadísimos costos y requisitos de los pliegos para los “medios sin fines de lucro”. Experiencia que, tras los puntos encontrados alrededor del debate respecto de la LSCA, quizás sirva para empezar a retomar un camino que los partidos de izquierda y los medios alternativos debieran transitar mancomunadamente.

VI) Conclusiones

Se definió la tensión alrededor de la definición de “lo alternativo” como un momento muy particular en la disputa por la fijación de sentidos que despliegan en el plano de los signos ideológicos las clases en pugna. En ella se encuentra inscripta la potencialidad, o no, de pensar y prefigurar formas comunicacionales que en un modo global sean distintas de las que imponen las relaciones sociales que constituye una sociedad organizada en torno al mercado y a la búsqueda de ganancias. Prácticas que, en suma, se propongan ser parte de las peleas que cotidianamente dan los sectores populares contra las consecuencias que impone ese régimen, y que lo haga desde una perspectiva anticapitalista. Así, se intentó resignificar -o al menos pensar desde otra perspectiva- los distintos desplazamientos que se dieron en el campo respecto de este tema, entendiendo que en tanto se dan en el contexto de una sociedad escindida en clases sociales que dan una batalla por el significado con que se imponen los signos, no puede ser entendida la discusión como meramente teórica o discursiva. Y así, tras la posición que asume como dado e infranqueable ese régimen social, que no plantea la necesidad de trascenderlo, es plausible de ubicar los intereses de clase de quienes, como afirma Mattelart, deben intentar imponer este orden como el único posible.
Por otro lado, se planteó que los horizontes que persiguen la casi totalidad de medios que se entienden como alternativos, comunitarios y populares chocan de lleno contra la realidad material que impone el capitalismo en su fase actual. Y que, por ende, tiene una ligazón vital para el propio desarrollo de esos medios -y contra los intentos de lo instituido por absorberlos bajo sus lógicas- su imbricación con las peleas que cotidianamente se dan contra ese régimen social, político y económico.
Entiendo que desde estos dos lugares es posible sumar conceptos y problematizaciones a los frondosos debates que se sucedieron en torno la definición de lo alternativo. A la vez que aportar a un análisis que permita dar cuenta de la vigencia e importancia de la perspectiva primeramente denominada como “marxista-totalizante”, en lo que hace al desarrollo presente y a futuro de prácticas comunicacionales plenamente alternativas.
Por último, se intentó reponer algunas tensiones dentro de la relación entre el campo de la comunicación alternativa y los partidos de izquierda que comparten un horizonte de transformación radical de la sociedad. La apuesta en ese sentido puede definirse a partir del artículo señalado con anterioridad:
“Es esencial emprender una incansable lucha contra la prensa reaccionaria. Pero los obreros no pueden permitir que el puño represivo del estado burgués sustituya la lucha que ellos libran por medio de sus propias organizaciones y de su propia prensa. Hoy, el estado puede aparecer como bondadosamente dispuesto hacia las organizaciones obreras; mañana el gobierno puede caer y caerá inevitablemente en manos de los elementos más reaccionarios de la burguesía. En ese caso, cualquier legislación restrictiva será lanzada contra los obreros. Sólo aventureros que no piensan más que en las necesidades del momento serían capaces de no tener en cuenta este peligro. (…)El modo más efectivo de combatir la prensa burguesa es extender la prensa de la clase (…) El proletariado mexicano debe tener una prensa honesta que exprese sus necesidades, defienda sus intereses, amplíe su horizonte y prepare el camino para la revolución socialista en México.” (Trotsky, 1938)
Considero necesario ampliar, en todo caso, el sentido de “Prensa” allí dado. Por un lado, por los obvios avances tecnológicos en nuevos dispositivos que exceden por lejos la propia publicación impresa. Pero también en tanto la propia revista Clave que Trotsky impulsa allí, no es en su totalidad una publicación completamente orgánica de los partidarios de la Cuarta Internacional en tanto prensa leninista. Y, por otro, en tanto la fragmentación de experiencias políticas y comunicacionales hace imposible pensar que tamaña tarea allí señalada -enfrentar a la prensa reaccionaria y preparar el camino de la revolución socialista- pueda ser llevada a cabo por una única organización política o constelación de medios alternativos. Más bien, creo, se trata de abrir, desde la tradición teórica repasada en estas líneas, interrogantes sobre la forma en que estas organizaciones, con una diferencia táctica acerca de cómo intervenir en la situación política, de dónde priorizar las fuerzas militantes existentes, pero con un mayor acuerdo en el horizonte político estratégico, pueden acercar posiciones e intervenciones.

Notas
1 El presente desarrollo fue producto del cursado - y la elucidación propia consecuente- del Seminario de TV Alternativa llevado adelante por Natalia Vinelli.
2 Se grafican múltiples ejemplos en el trabajo primeramente citado de Vinelli.
3 La noción de “reflejo” aparece en Lenin con mucha fuerza en el debate contra un ala Kantiana que surgió dentro del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso que se refleja en el trabajo Materialismo y Empiriocriticismo. Trabajo cuyas conclusiones se acercan al positivismo, y que el propio Lenin va a criticar tras su apropiación del pensamiento dialéctico de Hegel, ausente en aquella polémica. Una interesante reflexión sobre este desplazamiento la encontramos en ZIZEK, S. (2003): “Revisión del materialismo”, en A propósito de Lenin, política y subjetividad en el capitalismo tardío, Atuel, Buenos Aires.
4 La referencia a lo “estético”, en oposición a lo “ético”, se realiza en función de retomar a Kierkegaard y su asimilación con lo “juvenil” y lo “serio”, respectivamente.
5 Respecto de la experiencia paradigmática de este debate, es posible señalar que ni menos centralismo y más democracia, ni Lenin, ni la politización del Partido Bolchevique hubieran servido de vacuna contra-institucional frente a la tendencia a la burocratización del propio partido y el Estado. Eso se encontraba, en todo caso, determinado, por el triunfo o no de la revolución socialista en Europa y el resto del mundo. TROTSKY, L. (2008) La revolución traicionada, Antídoto, Buenos Aires.
6 A los fines de la síntesis y de hacer posible el análisis, nos circunscribiremos en esta referencia a los partidos políticos nacionales de la tradición proveniente del trotskismo, como ser los que conformaron el Frente de Izquierda y los Trabajadores en las elecciones de este año (PO-PTS-Izquierda Socialista). De esta forma es posible contar con una corriente de pensamiento homogénea, al menos en los puntos a señalar.
7 Ver por ejemplo las resoluciones del plenario general de la provincia de Buenos Aires de la RNMA de 2005. http://www.rnma.org.ar/nv/index.php?option=com_content&task=view&id=19&Itemid=29
8 Prensa del entonces Partido Comunista Mexicano dirigido por Lombardo Toledano.

Bibliografía
CALLINICOS, A. (2011), Contra el Posmodernismo, Buenos Aires, RyR.
GANDARA S. (2004), “La prensa partidaria de izquierda. Verdad, acción y conflicto”. En VINELLI N. y RODRIGUEZ ESPERÓN C.,  Contrainformación. Medios alternativos para la acción política, Ediciones Continente, Buenos Aires.
GRAZIANO, M. (1980), “Para una definición alternativa de la comunicación”. En Revista ININCOnúmero 1, Venezuela.
LENIN, V. I. (2007): ¿Qué hacer? Problemas candentes en nuestro movimiento, Luxemburg, Buenos Aires
LOUREAU, R. “Autogestión e institución”.  Disponible en: http://www.almeralia.com/bicicleta/bicicleta/ciclo/17/12.htm.
MANGONE, C. (2005), “Qué hay de nuevo viejo, alternatividad y clases sociales”. En Cuadernos Críticos de Comunicación y Cultura número. 1, primavera.
MATTELART, A. (2010), Para un análisis de clase de la comunicación, El río suena, Buenos Aires.
RODRIGUEZ ESPERÓN, C. Y CRESPI, S. (1994), “El salvador: de lo alternativo a lo alterativo”. EnCauzas y Azares número 1, primavera
SIMPSON GRINBERG, M. (1989), “Comunicación alternativa: tendencias de investigación en América Latina”. En Simpson Grinberg, M. (comp.) Comunicación alternativa y cambio social, México, Premiá.
TORRES MOLINA, J. (2010): “La ley de servicios de comunicación audiovisual y los medios comunitarios”, mimeo.
 TROTSKY, L. (1938): “Libertad de prensa y la clase obrera”, en  Escritos, Pluma, Bogotá, 1979, tomo IX (1937- 38), vol. 2.
VINELLI, N. (2005), “Una historia de espectros. Apuntes sobre televisión alternativa, comunitaria o de baja potencia en Argentina”, en Vinelli N., Arencibia, F. y Fernández M. C., Notas sobre la televisión alternativa. Experiencias de Argentina, Cuba e Italia, Ediciones del IMFC/Centro Cultural de la Cooperación, colección Cuadernos de Trabajo nro. 63, octubre.
_________ (2008): “Comunicación alternativa y cambio social: un libro para cuatro décadas”. Informe de investigación para el proyecto UBACyT “Comunicación, cultura y sociedad. Argentina 1960-2000. Autonomización, institucionalización y profesionalización de saberes (educación, política y mercado)”.
VINELLI N. Y RODRIGUEZ ESPERÓN, C. (2004), “Desarmando espejismos”. EnContrainformación. Medios alternativos para la acción política, Ediciones Continente, Buenos Aires.
VOLOSHINOV V. (2009): El marxismo y la filosofía del lenguaje, Ediciones Godot.


No hay comentarios:

Publicar un comentario