viernes, 29 de junio de 2012

Dos nuevos puntos de venta para Sinécdoque #2

Esperando la salida del número 3, sumamos dos nuevos Puntos de Venta para Revista Sinécdoque #2:

- Librería "Páginas Libres", Santiago del Estero 1112 (esquina Humberto Primo)
- Punto de Encuentro de Revistas Culturales, Corrientes 3307, casi Agüero, barrio Abasto, a 20 metros del shopping.

Se suman a:
  • Librería "Vivaldi" - Santiago del Estero 998 - Constitución (Esquina Carlos Calvo - en diagonal a la Facultad de Sociales de la UBA)
  • Librería "Barrilete Libros"  - Condarco 90, Flores (A mts de la estación Flores del Sarmiento y a media cuadra de Rivadavia)
  • Librería "El Aleph", Corrientes 4790 (y Ángel Gallardo). Teléfono: 48751248.
  • Libreria y Fotocopiadora "El Zócalo" - Franklin 15 (Frente a la entrada por esa calle de la ex-sede de la Facultad de Ciencias Sociales, actual CBC de Parque Centenario)
  • Libreria "Biblos" - Puan 378 [A una cuadra de la Facultad de Filosofía y Letras, UBA]
  • Espacio Moebius - Bulnes 658, Almago/Abasto [a pasos de Av. Corrientes]
  • Librería La Libre - Bolívar 646, San Telmo
  • Librería de Mujeres - Pasaje Rivarola 133 -altura Bmé. Mitre 1300-, Congreso.
  • Librería Mil Grullas - Malabia 1968, Palermo.
Para suienes quieran suscribirse o reservar el número mediante venta anticipada con descuento pueden escribirnos a revistasinecdoque@gmail.com o por mensaje de Facebook

jueves, 28 de junio de 2012

“El kirchnerismo es un modelo absolutamente posmoderno”
Eduardo Grüner entrevistado en Revista Sinécdoque, número 3.

Cada vez más cerca*

Escriben: Lerner, Portas, D. Diaz, S. Vázquez, Atala, Cingolani, Mazucchini, Jakubecki, Carballo+Casareto+Risiglione+Ruesta+L. Sánchez+Suárez+Ventieri+Wasinger, Zuccala, Sapoznikow, Fernández Fuks, P. Vázquez, Vinelli, Falzone, P. Echaniz, N. Israel, Perez Rial+Bellucci, Zuain, Abreu, Mónaco, Rives, Conti, Gombi, Fernández Cordero, Rosko.

Ilustran: Piluqui / M. Pérez Fallik / M. Sorgi / Pepe Flores / M. Migraña /Gente Reversible / M. Castro/ M. Costilla / Genghis.

(*) = Para quienes consultaron durante los últimos días: Revista Sinécdoque #3 todavía no está en la calle. Quienes quieran suscribirse o reservar el número mediante venta anticipada con descuento pueden escribirnos a revistasinecdoque@gmail.com o por mensaje de Facebook-


domingo, 24 de junio de 2012

Revista Sinécdoque, número 3. Cada vez más cerca.


"Quiero comerme la política"
Revista Sinécdoque, número 3. Cada vez más cerca.
Historiadores / Filosofía Medieval / Eternauta / Cultura Libre / Géneros / Improvisación / Comunidad / Performance / Educación / Peronismo / Fotografía / Memoria / Arte / Avatar / Grüner / Cuentos / Poesías / Reseñas

viernes, 22 de junio de 2012

Revista Sinécdoque Nº2 | Autores e Ilustradores


Escriben

Emanuel Alegre (1978, Lomas de Zamora, Buenos Aires) Nació en Lomas de Zamora hace 33 años. Depués de eso hizo de todo un poco y de poco nada. Todo lo demás es mentira.

Gisele Calvo (1986, Hurlingham, Buenos Aires) Acelerada. Escribe para estar y no estar, ser y no ser. No es distraída, tiene atención preferencial.

Nicolás Canedo (1985, Ciudad de Buenos Aires) Docente de Semiología (CBC - UBA), Semiótica de los medios II (FSOC - UBA) y Comunicación y Seguridad (UNLA); detective privado.

Florencia Colangelo (1985, Boedo, Ciudad de Buenos Aires) estudiante de Ciencias de la Comunicación. Piensa: ¿sólo basta con una piedrita y la punta de un zapato? Puede ser. Agregaría: una lapicera (o dos). Todavía no sabe nadar, pero va a intentarlo.

Mariana Costa (1984, Quilmes, Buenos Aires) Bernalense de pura sangre. Deambula como estudiante hace años, no se da por vencida. Intenta producir radio, escribir, y actualmente cocinar. Lo único que puede afirmar, es que lee.

Bárbara Gallardo (1988, Ciudad de Buenos Aires) Libertarix. Lectora empedernida, poco metódica, sufre de cretinismo topográfico (perderse a la vuelta de la casa). Ama los debates. Sostiene que Comunicación es compartirse con el otro.

María Florencia Guerrero (1987, Ciudad de Buenos Aires) Estudiante de Ciencias de la Comunicación,  UBA.  Escritora intermitente y fotógrafa (casi) autodidacta. Aplica a cuanto contexto puede, la perspectiva foucaultiana sobre el poder. No entiende cómo puede haber gente a la que no le gusten los pickles y el agua tónica. Compra libros citados en las notas al pie. Sus sobrinos y el sonido de un charango, la ponen de buen humor.

María Alicia Gutíerrez (1954, Santa Rosa, La Pampa) “testimonio dibujado / voz en cenizas / silencio, silencio / no se puede nombrar / no alcanza / el infinito alfabeto de las infinitas palabras de las infinitas lenguas” (M.A.G., inedito 2010)

Santiago Kahn [Genghis] (1985, Flores, Ciudad de Buenos Aires) Ateo, antipatriarcal, tecnófilo, neo-cookista- gramsciano y girouxista. Educador popular, docente universitario, investigador-estudiante, y otras etiquetas más, pero ante todo: hincha de Ferro.

sofía luppino (1986, Tres Arroyos, Buenos Aires) Actualmente se dedica a fomentar el punk rock entre niñxs de escuela primaria. no cree en el vegetarianismo ni en la paz mundial. tiene una extraña fascinación por las monjas y un temor creciente a las palomas.

Julián Mónaco (1987, Ciudad de Buenos Aires) Se jacta de haber enemistado a los perros y los gatos. Su abuelo inventó los puntos suspensivos.

Nicolás Núñez (1986, Prov. de Bs. As.) Militante de la Juventud de Izquierda Socialista. Hoy parte de la Mesa Ejecutiva de la FUBA, como Secretario de Relaciones Obrero-Estudiantiles. Estudiante de Comunicación y músico los domingos. Da cuenta de que se responsabiliza exclusivamente a título personal de lo aquí publicado, y se disculpa por no saber presentarse de forma más amena.

Gonzalo Penas (1986, Ciudad de Buenos Aires) Estudiante de Ciencias de la Comunicación, UBA. Una víctima de la espera. Un militante del amor. En 2010 publicó “Descongestión”, su primer libro de poesías, editado por La Parte Maldita.

Alejandro Pisera (1985, Ciudad de Buenos Aires) No importa quién  habla, insiste.

Claudio Risiglione  (1986, Ciudad de Buenos Aires) Profesor de historia, periodista deportivo, artesano, electricista, encuestador, cantante en la ducha, escritor en soledad. Porteño de nacimiento, bolsonés por opción. Todavía no halló ningún gnomo… Pero que los hay, los hay…Azul, montañas, Pescado Rabioso, Riquelme, cerveza en verano, vino en invierno, ravioles con bolognesa, mis amigues, las fiestas, los abrazos.

Natalia Romero (1985, Bahía Blanca, Buenos Aires) Natalia nació el 21 de febrero de 1985 en la ciudad de Bahía Blanca. Hija de Silvia y Norberto. Vive en Buenos Aires donde cursa la carrera de Ciencias de la Comunicación en la UBA. Asiste al taller de poesía de Romina Freschi desde 2007. Publicó en la Antología poética “Gratis” (2007), “Ama-Zonia 3.0 Realidad Real” (2008) y la plaqueta “O en última instancia es esto”, Colección Dale! (2009), en editorial Pájarosló. Integra la tercera antología de Poesía Manuscrita. Participa escribiendo reseñas en Leedor.com. “Elijo” es su primer libro de poesía, editado por Ediciones La Parte Maldita (2011). Blog: nataliaromeropoesia.blogspot.com

Sofìa Sagle  (1985, Garin, Buenos Aires) Desde hace un par de años vive en Capital Federal. Cree que Almagro es todo lo porteña que quisiera ser. Dice entusiasta que esta terminando de cursar la carrera de Cs de la Comunicación y empezando el profesorado en Comunicación Social. Sin embargo, probablemente sea antes Profesora que Licenciada. Tiene unas líneas de más en la mano derecha. También junta diarios.

María Victoria Sastre Echarri (1982, Ciudad de Buenos Aires)              Es docente y bibliotecaria.

Gastón Sena (París, 1871 – Kronstadt, 1921) luddita, acéfalo, ignorante. Ha ensayado innumerables maneras de hacerle sabotaje a la máquina al tiempo que ha caído en la cuenta de su adicción maquínica. Desquiciado, delirante, que ha caído en la cuenta de su adicción maquínica. afirma no saber quién acuña éstas palabras. Se lo ha escuchado vituperar los siguientes disparates: “es preciso abandonar toda ®, hurtarse a lo aplanado siguientes disparates: “es preciso abandonar toda ®, hurtarse a lo aplanado de la equivalencia generalizada, desarmar la organización humana del cuerpo, enloquecer las facultades, desarreglar los sentidos, hacer experiencia de lo que nosotres puede, pero sobre todo alborotar estas palabritas, enfiestarlas”.

María Lujan Tilli (1985, José C. Paz, Conurbano Bonaerense) Estudiante de la Licenciatura y el Profesorado de Ciencias de la Comunicación en la UBA. Periodista. Poeta. Paceña por azar y re-elección. Analógica, hiperbólica, libertaria. Esencialmente esencialista.

Pablo Vázquez (1989, Ciudad de Buenos Aires) La literatura está donde no se la busca. Pablo se pasa la vida creando métodos perversos para llamarla y torturarla. Él diría: me calienta pero no me da bola.


Ilustran

Nicolás Contreras (1987, Ciudad de Buenos Aires). Nació, se desarrolló, estudió en el Rogelio Yrurtia y dibujó.

Matías Costilla (1985, Monte Grande, Buenos Aires) Insomne y soñador, visionario y detallista. Dedicó algunas tardes de su vida a las artes plásticas desde que su maestra de sala de 5 le dijo que sus dibujos “eran lindos”. Abarca mucho; aprieta poco. Suele frecuentar los pasillos de la UBA como alumno regular.

Juan Di Loreto [Chara] (1979, Tres arroyos, Buenos Aires) Dibuja y escribe, no por las partes sino por el todo.

eme-dé (1988, Tres Arroyos, Provincia de Bs. As.) Puto, trava, torta, trans. Forma colores en blanco y negro.

Florencia Ferrari Milano (1987, Mar del Plata, Buenos Aires) Marplatense, estudiante de Diseño de Indumentaria, UBA. Jugando con la Mano izquierda.

Pepe Flores (1956, Ciudad de Buenos Aires  ) Arquidiestro, (wikipedia: arquitecto que dibuja con la mano derecha) Se escapa a la terraza del geriatrico a dibujar, recien tomò conciencia de su edad cuando fue a sacarse la verruga que le salio en el ojo, y le avisaron que era una lagrima fosilizada.

Pepe Lumpen  (1985, Resistencia, Chaco) No le gusta esta parte de la revista.

Carolina Pastorella (1986, Ciudad de Buenos Aires) Profesora de Artes Visuales, Estudiante y Exploradora del grabado, la ilustración, y sus variantes comunicacionales.

Florencia Pastorella (1984, Ciudad de Buenos Aires) Es Feminista, docente de plástica en escuelas primarias y estudiante de la Licenciatura en Artes Plásticas (UBA). En sus proyectos y producciones intenta mezclar estas tres perspectivas, con las que se construye día a día.

Adriana Peralta [Magdalena Migraña] (1989, Asunción, Paraguay) No le gusta hablar de ella, le cae re pesado pero supone que contar de uno al mundo es una necesidad humana y capaz por eso hace comics y dibujo. Dice que hay una frase que dice que lo mismo, al no poder pensarse como lo otro, se transforma en lo único. Afirma que la ilustración abre espacios en la mente que supone hace que dejen de pensar como siempre o en lo de siempre, capaz por eso le gusta a la gente. Cuando no da vueltas para no hablar de ella misma postea cositas acá: www.magdalenamigranha.wordpress.com

Max Perez Fallik (1986, Ciudad de Buenos Aires) Ya desde pequeño, manifestando innegables tendencias al polirubrismo, incursioné torpemente en el mundo de la historieta y el humor gráfico. Cierto es que tuve una formación autodidacta (es decir, tuve un pésimo maestro) lo cual hace que mis dibujos sean angustiosamente imperfectos; aún así, me le atrevo a la publicación. Editamos, junto a gente amigable, Comux, una zarpada revista de historietas universitaria. Chequéenla.

Lautaro Savedra [Laucha] (1988, Boedo, Ciudad de Buenos Aires)      Una vez en una clase de Comunicación 1 Carlos Mangone dijo: “los trotskistas no tenemos sentido del humor”. No dice que su humor es “faaa que gracioso” pero por ahi pasa la cosa. Trotskista e hincha de Platense. Vive en el barrio de Boedo y hace historietas desde que es chiquito. Afirma que es todo un honor estar en estas paginas y aprovecha este espacio para agradecer la convocatoria.

miércoles, 20 de junio de 2012

Revista Sinécdoque Nº2 | "Mortero Sánchez" (Escribe Emanuel Alegre / Ilustra Genghis)


Mortero Sánchez
Escribe Emanuel Alegre
Ilustra Genghis

Harry Greb, Rocky Marciano, Kid Gavilan, Jake LaMotta, Carmen Basilio, Gene Fuller, Carlos Monzón, y hasta Marvelous Hagler. Esos sí eran boxeadores. Tipos que subían al ring sólo a ganar, pero no ganar fama o dinero sino a ganarle al otro, al contrincante. Subir para hacer de una pelea algo más allá del deporte, algo que tenía que ver con el orgullo y el honor. Estos tipos nacieron en el tiempo equivocado. Si en vez de nacer en el siglo 20 hubiesen nacido en Grecia, hubieran ganado fama y un par de coronas de laureles, hubiesen sido semidioses, tendrán poemas cantados en su honor. En vez de eso, el siglo 20 los dejó seniles, viejos, tirados en un cuarto hasta que murieron, con alzheimer y problemas de visión. Y no me vengan con esos boxeadores que ganan millones y se venden en cualquier round. ¿A ver si un Shane Mosley podría haber peleado como lo hizo Harry Greb con un brazo quebrado toda una pelea, o como Chuvalo que terminó estoicamente el asalto con la mandíbula quebrada? El dinero mató al box.
Puede que todo lo que digo suene medio a fanático, pero no es mi culpa.
Si tu viejo cuando cumplís los 10 años te lleva al club Ferrocarril Oeste a ver a dos tipos dándose tortazos durante 15 minutos (duró sólo cinco rounds) en vez de llevarte a pescar o alguna de esas pelotudeces que hacen los padres cuando creen que pueden hablar con vos y que vas a entender algo de una conversación que dicen ser hombre a hombre, es comprensible que piense así.
Pero no me quejo. Seguí acompañando a papá a todas las peleas a las que él iba al club Ferro, Asociación de Box, a la Federación de Box y hasta al Luna Park.
Por esa pasión, tanto mía como de mi viejo, hace un año, a veinticinco de la noche en que un campeón perdió por puntos, perseguí un fantasma en un bar de Longchamps. Estaba en El Clarito tomando un cinzano, aprovechando un franco del trabajo que me había tomado sin preguntarle a nadie. Miraba a los parroquianos de las dos de la tarde como tomaban su vino o su Legui y discutían sobre temas que rayaban con lo incoherente. Le pegué un par de sorbos más al cinzano y un chorro de soda para alargar el tiempo. Boludeando de esta manera fue cuando lo ví. Emilio Leopoldo Sánchez estaba acodado tomando un líquido del color del té, pero con muchísimos más grados de alcohol. Sánchez. No podía ser él. Pero por otra parte, ¿por qué no?
Lo conocí en el Luna Park, en los ‘60, cuando tenía doce años. Acompañaba a mi viejo a ver una pelea de fondo de dos semipesados. Uno era Sánchez, el otro tipo no recuerdo cómo se llamaba, sólo recuerdo lo que pasó cuando sonó la campana: los dos corrieron al medio del ring como si se hubiesen apostado la vida. Creo que en el primer round no pasó nada, punteos, algún que otro gancho al cuerpo, un cross perdido por ahí. Pero el segundo asalto fue una batalla con todas las letras. El otro tipo comenzó a puntear a Sánchez, hostigándolo, entonces Emilio retrocede a las cuerdas pero se gira siempre antes de llegar. El otro comienza a impacientarse porque todos los golpes que le lanza a Sánchez, éste los esquiva o los bloquea. Y justo como si esperase que la campana estuviese por sonar, Sánchez le larga un uppercut que nadie sabe de dónde lo sacó y le hace sonar la quijada al otro. Mi viejo siempre me discutió que no, pero yo sigo afirmando hasta hoy que los dos pies del tipo se levantaron del piso. Y campana y el otro que medio tarambana no puede encontrar la esquina. Mi viejo se pone a hablar con otro tipo que estaba al lado si Sánchez era uno que había peleado la semana pasada en Ferro o si lo entrenaba Spagnolo o si era un tapado que trajeron equivocados porque el otro tipo estaba ahí de pelear por el sudamericano. Ellos hablaban y yo no podía sacarme de la cabeza la imagen de un brazo fantasma, de ese tercer puño oculto que Sánchez le planta en la jeta al otro. La campana acabó con toda discusión. Sánchez y el tipo salen al centro del ring y tras chocar guantes, vuelven al mismo juego de antes. Sánchez retrocediendo y el otro medio acobardado va tomando coraje y casi al final del round se le anima y le pelea de adentro. Y otra vez ese tercer brazo que nadie sabe de dónde lo saca, pero ésta vez sale como un gancho al estómago que dejó al otro cayendo como una bolsa de papas en cámara lenta. Todos nos quedamos callados. Creo que nunca el ruido de una campana tuvo tanto silencio alrededor. Mi viejo no decía nada. Y yo miraba alternadamente al tipo tirado en el ring boqueando buscando aire y a Sánchez que se iba a su rincón cómo si no hubiese ido mas que a pasear al centro del ring y no encontró nada interesante. Al otro lo llevaron a la rastra a su rincón. “Listo, tiran la toalla”, dijo el hombre que estaba hablando antes con mi viejo. Pero no. Sonó la campana y lo mandaron a pelear nomás. Qué paliza que recibió ese pobre tipo. Sánchez era una máquina de tirar golpes: uppercuts seguidos de ganchos, cross de derecha y uno de izquierda que daban la sensación que mantener por la fuerza al tipo parado, como si los golpes fueran su sostén. Y ahí, como siempre, antes de terminar el round, al borde de la campana, lo dejó caer como un muñeco de trapo, pero esta vez con un gesto caballero: lo dejó tirado cerca de su rincón.
Lógico que Sánchez ganó por KO. Las otras peleas de esa noche fueron opacas. No porque lo boxeadores fueran malos, sino, porque todo el mundo se quedó detenido en Sánchez y sus golpes precisos y rápidos. Yo miraba los rostros de la gente y en todos se adivinaba la misma pregunta: ¿Quién carajo es éste tipo?

Recuerdo que al otro día me la pasé en la calle jugando a la pelota y en el colegio, pero a cada rato rememoraba la pelea. Así hasta la noche. Papá llegó de trabajar, le dio un beso desganado a mamá y se vino derecho a la mesa dónde yo estaba haciendo los deberes. Tiró delante mío el diario y empezó a buscar algo en el interior. Me quedé mirándolo con un poco de miedo hasta que se frenó en una página y apuntando con el dedo una foto en la que reconocí a Sánchez, me dijo “mirá”. El cronista relataba la pelea y anunciaba que un nuevo campeón había nacido. Subí la vista hasta el título y entonces algo como un escalofrío me recorrió: “El “Mortero” Sánchez tomó el Luna Park”.  El Mortero. Miré a papá y me sonrió. Comprendí que desde ese día mi viejo iba a seguir paso a paso la carrera del Mortero, y que yo, la iba a seguir junto a él.
Desde esa noche no hubo aparición de Sánchez en los rings en la que no estuviésemos presentes. Cada pelea era lo mismo: defenderse, buscar las cuerdas pero no llegar a ellas y sacar un par de manos en los primeros rounds hasta que el tipo estaba medio tarambana y dejarlo en la lona tras una paliza. Y siempre la misma actitud, ir hasta su rincón como si nada, ni siquiera festejar cuando el réferi lo anunciaba ganador. Él no festejaba pero nosotros lo hacíamos por él. Nos volvíamos a Constitución hablando de la pelea, mi viejo me contaba de viejos boxeadores a los que Sánchez le recordaba y en la estación nos comíamos una porción de pizza bien aceitosa, yo coca, papá un vaso de vino y soda, y después a casa, en tren, casi siempre yo durmiendo contra el hombro del viejo mientras él pensaba, seguro en Sánchez.
Todo siguió igual durante casi un poco más de un año y medio. Entonces apareció Eugenio Linares, El Artillero.
Esa noche fatídica la pelea fue en la Federación de Box. Parecía un trámite más de Sánchez  para poder llegar al título. Como de costumbre presentan a Sánchez, los aplausos de los admiradores que había logrado en tan poco tiempo, el réferi que lo saluda, y entonces, lo nombraron. Eugenio Linares. La platea completa se dio vuelta para verlo y la sorpresa fue compartida por todos. Físicamente era la réplica de Sánchez. No su rostro o su pelo sino su físico y su manera de andar: como cansado, mirando hacia delante pero sin un destino fijo. Sólo mirando como quién lo hace para ver por donde va. Cuando estuvieron los dos enfrentados sobre el ring y mientras el réferi les enumeraba las reglas, alguien a mi lado dijo que Linares era casi el doble de Sánchez, excepto que Linares era zurdo. Miré a mi papá, él también había escuchado el comentario y miró atento y preocupado hacia el ring.
Campana e inicio de la pelea. El primer round se desarolló igual a todos los primeros round del Mortero. Guantes, un poco de ronda y nada más. Pero fue en el segundo round cuando todo cambió como una calle de tierra tras un temporal. Sánchez hacía lo de él, lo estaba midiendo para ponerle un gancho o un uppercut fantasma de esos que todos festejábamos, cuando Linares sacó un gancho con la zurda al hígado de Sánchez y sin darnos tiempo de sorprendernos, lo fulmina con un cross de derecha descendente que le da justo atrás de la oreja. Sánchez se fue directo a la lona mientras todos nos quedamos viendo como Linares  se iba a su rincón despacio, como meditando.
Miré a mi viejo y quise decirle algo, pero supe que sería imposible intentar preguntarle qué es lo que había pasado, él tampoco sabía que ocurría. Así que fijé mi vista en el ring ansiando que Sánchez se pusiera de pie, que hiciera perdurar ese vínculo que mi viejo y yo habíamos forjado alrededor de él. Y lo hizo, se puso de pie envuelto en el conteo de protección, despacio, pensando en lo que había sucedido. El réferi se acercó a preguntar algo a la esquina de Sánchez. El sparring y el entrenador intercambiaron unas palabras y antes de que todos nos repusiéramos de la sorpresa, Sánchez ya estaba camino al centro del ring atendiendo el llamado de la campana. Durante los primeros dos minutos pareció como si nada hubiese ocurrido: guantes, uno que otro punteo pero nada relevante. Entonces el Mortero tomo la iniciativa. Castigó el cuerpo de Linares con unos ganchos veloces que nos hicieron soñar de nuevo con su victoria y nos dio un respiro, pero el Artillero era hábil defendiendo su cuerpo. En una combinación le sacó un cruce que le dio justo en la sien. Sin reponerse, Linares comenzó con su trabajo de desfigurarlo. Sánchez no llegó a escuchar la campana. Un directo al oído derecho lo dejó KO justo cuando intentaba atinarle a Linares uno de sus ganchos mágicos.
La mayoría no se quedó a escuchar al réferi proclamar al ganador. Nos fuimos despacio, junto a una multitud de hombres desilusionados, derrotados. La caída de Sánchez fue también la caída de todos nosotros.
Esa noche, en Constitución, no hubo pizza aceitosa ni dormir apoyado en papá. De regreso a casa mientras pasábamos por las estaciones oscuras, miraba, con la cabeza apoyada contra la ventanilla, de reojo a papá: estaba rígido, mirando hacia adelante, pensando con los ojos bien abiertos.  Y pude adivinar en qué pensaba porque yo pensaba en lo mismo: ¿Cómo podía ser que Sánchez hubiese perdido?
Después de esa noche, las relaciones con papá fueron como antes de que Sánchez apareciera. Venía de trabajar, me saludaba, me preguntaba de compromiso como me iba en el colegio y tras cenar, se acostaba a dormir. Nunca, en esos meses en que Sánchez desapareció de nuestras vidas me invitó nuevamente a un combate ni él concurrió a ninguno. Hasta que llegó una tarde enloquecido como la vez en que me mostró la nota del primer combate de Sánchez. Me tiró el diario y clavó el dedo en un titular: Sanchez-Linares, la revancha por el camino al título. No hubo necesidad de decirnos nada. Nosotros también teníamos nuestra revancha.


Esa noche en la Asociación de Box, mirara adonde mirara, sólo veía a los que noche tras noche habíamos seguido a Sánchez alentándolo, expectantes. Todos habíamos ido ansiando una victoria que nos reivindicase. Las preliminares fueron las mismas que las otras veces: Réferi, musiquita, cerveza, humo y puchos y al reventar al unísono las palmas, la entrada del Mortero. Luego entró Linares y tengo que admitirlo, tuve miedo. Parecía más grande que la última pelea, y no sonreía, parecía que en su cabeza sólo existiera una sólo idea: dejar en la lona a nuestro campeón.
El réferi los enfrentó, les dijo las reglas, y durante ese instante que pareció durar un otoño, ellos estuvieron mirándose como si quisieran hablarse con los ojos y en ese diálogo estuviesen contándose sus vidas. Y sentí un algo dentro mío. Me quedé mirándolos y yo también pude escuchar su diálogo, saber sus vidas y cuando el réferi les dijo choquen guantes puede escuchar la última palabra que se dijeron: hermano.
Entonces llegó la campana. Esta vez no hubo medirse ni tantearse, fueron directamente a matarse. Linares tiraba sin cubrirse los golpes más terribles que vi en toda mi vida, y Sánchez los atajaba o los absorbía y se los devolvía con la misma furia. Al final del primer round Sánchez ya ostentaba el pómulo cortado y Linares un pequeño corte sobre el ojo derecho. El segundo asalto comenzó con el mismo ímpetu, pero esta vez Sánchez hizo algo que nunca le habíamos visto hacer. Buscó la pelea desde afuera e incitaba a Linares empujarlo a las cuerdas. Dos veces hizo lo mismo y siempre con el mismo resultado: una tormenta de golpes azotó los cuerpos de ambos hasta que el réferi los separó. Pero la tercera vez Sánchez hizo algo que nos dejó con la boca abierta. Cuando Linares iba sobre el, el Mortero le descargó tal andanada de golpes al rostro mientras retrocedía que el Artillero avanzaba directamente sobre los puños furiosos de nuestro campeón. Dos veces vimos esto, hasta que el estadio estalló y todos saltaron de sus asientos gritando enloquecidos: en uno de esos golpes de retroceso, Sánchez había alcanzado en pleno la quijada de Linares tumbándolo, pero antes de que pudiera tocar el piso, otro golpe le dio en la oreja derecha y lo dejó tendido como muerto. Todos pensamos que ahí terminaba, que Linares no iba a poder recuperarse antes del conteo, pero demostró que él también era un campeón. Se levantó, despacio, como si lo hubiesen despertado de una siesta y buscó con la mirada a Sánchez. Entonces ambos se miraron, obviando al réferi y asintieron con la cabeza como si ellos fueran los únicos en el club y eso no fuera más que una pelea entre dos viejos amigos en una plaza. No se si sonó o no la campana. Ellos volvieron al centro del ring a darse de nuevo sin tregua. Golpe tras golpe, caída tras caída. Y al final de cada round, cuando volvían a sus rincones, se los veía discutir con sus entrenadores y les pedían con ademanes que les pararan la sangre que manaba de los cortes que iban poblando sus pómulos y sus sienes. Fue en el round ocho cuando Linares pareció terminar definitivamente la pelea. Arrinconó a Sánchez y cuando el Mortero quiso escapar por el costado, el Artillero lo calzó en dos cruces tan bien colocados que pareció arrancarle la cabeza con la potencia de sus golpes. Sánchez cayó arrodillado agarrándose de las cuerdas. Linares se apartó, mirándolo como si le pidiera que se levante, que no se deje ganar así, y Sánchez lo hizo, atontado y perdido pero al fin de pie. El réferi le hizo el conteo de protección y el minuto que quedaba para que termine el round Linares no hizo más que puntear y medirlo, pero sin tirar ningún golpe. Y entonces llegó noveno. Al principio Sánchez parecía como perdido, atontado, y Linares lo respetaba, lo miraba y giraba alrededor, hasta que el Mortero pareció despertarse y volvieron  los golpes. Y pasó el décimo y caímos en el undécimo. Linares y Sánchez volvieron a la carga como si no hubiese nada después de ese round, como si alguien les hubiese dicho que lo que los rodeaba desaparecería luego de que la campana sonase. Y esos fueron golpes más duros que los que se dieron Hearns y Hagler o Holmes y Norton. Ya no había público alrededor, ya no peleaban para contentar a todos los que pagaron una entrada. Se transfiguraron en dos pugilatos olímpicos que buscaban los laureles y tal vez el honor, el simple y primitivo honor.
Y en ese undécimo round cualquiera de los dos podría haber ganado. Pero la suerte sólo podía ser para uno. Y entonces el Mortero acertó un directo a la mandíbula de Linares que lo desplomó. Nuevamente el silencio. Y esta vez Sánchez fue el que quedó expectante, como ansiando que su contrincante se pusiese de pie. Y Linares lo hizo. Como si estuviese saliendo de un mar oscuro se levantó, se puso de pie, primero dudando, pero luego seguro, como una de esas viejas esculturas de luchadores, y asintiendo con la cabeza, haciéndole una señal al Mortero, prosiguieron con su pelea.
Cuando sonó la campana que dio por terminado el round doce, sus rostros habían perdido toda morfología humana. Esa noche fue el fin de la carrera boxística de Sánchez. Dos tarjetas anunciaron un empate, pero una tercera, le dio un punto de ventaja a Linares. No puede haber nada peor que eso. Perder por KO es comprensible para un boxeador, pero por puntos, por la apreciación de un tercero que no transpira ni es castigado sobre un ring, es casi como una burla. El anuncio pareció pasar desapercibido para ambos contendientes. Linares miraba tras esos ojos en compota a todo el mundo como abucheaba o lo vitoreaba; Sánchez no dijo nada, se bajó del ring y se encaminó hacia los vestuarios para nunca más pisar la arena.

Está de más decir que desde esa noche nunca más fui a un encuentro boxístico con papá. Él se contentó con mirarlos por televisión, yo, ya adulto, voy cada vez que la nostalgia me lo permite. Sánchez y Linares desaparecieron prácticamente del mundo. Linares se esfumó y nunca más se supo de él; de Sánchez, salió una notita en un suplemento deportivo de un diario de cuarta que anunciaba que tras la pelea  el ojo izquierdo estaba comprometido por un desprendimiento de retina. En verdad, no me extraña, golpes como lo que se tiraron esa noche  no podían ser recibidos por nadie sin acusar recibo.

Veinticinco años. Y ahí, enfrente mío tenía a Sánchez de nuevo. No es que tuviera la seguridad que era él, pero algo me decía que ese viejo canoso y medio borracho era el Mortero. Me puse de pie y fui hasta la barra pensando en qué carajo iba a decirle.  Pero como si sólo se hubiese dejado ver para despertarme algunos recuerdos de niñez, pagó rápido y salió hacia la avenida.
Cruzo la calle en dirección a esa parte de las vías que no están valladas y por la cual la gente cruza de un lado a otro de Longchamps. Corrí y le grité. Nada. Su apellido se perdía entre el ruido de los autos y los colectivos. Recién llegando a las vías lo alcancé. Mortero, grité. El viejo se paró en seco. No se giró para ver quién lo llamaba, solamente se quedó parado esperando que el pasado lo alcanzara.
-Señor Sánchez…. –dije mirando su espalda. Se giró despacio. Yo jadeaba sin saber cómo continuar. Cuando estuvo de frente a mí instintivamente miré sus ojos: el ojo derecho estaba velado por una película opaca, el izquierdo lloraba sin razón.
-Señor Sánchez…. –intenté de nuevo.
-Lo siento muchacho, usted está equivocado.- Me dijo y se dispuso a seguir caminando. En un reflejo lo tomé del brazo. Me miró fijo a los ojos. Pensé que me iba a dar uno de esos golpes que a tantos habían volteado.
-Usted es Emilio Leopoldo Sánchez, el Mortero. No me diga que estoy equivocado, fui a ver cada pelea suya. Sé que es usted.
Entonces vi lo que realmente había quedado de Sánchez: un viejo casi ciego al que no le interesaba la gloria del pasado.
-No, joven, se de quién habla, pero ese no soy yo. – Le solté el brazo. Pasó un tren. Miré a la gente en las ventanillas. Algunas personas nos miraban: un viejo y un hombre parados al costado de las vías ¿Qué pasaría por la cabeza de esa gente al vernos parados ahí?
-Perdón –le dije.- pensé que era una persona a la que admiré de chico y al que siempre tuve ganas de volver a ver.
El viejo me miró pensativo
-¿Para qué? –me dijo.
-Para preguntarle una cosa.
-Perdone que sea curioso, pero qué hubiera querido preguntarle.
-¿Por qué desapareció?-le dije dudando.
El viejo bajó la vista. Encontró una piedra ovalada y se puso a jugar con la punta del pie. Pasó otro tren en sentido contrario.
-Es simple, pibe. Sánchez no pudo ganarle a su sombra. ¿Para qué iba a seguir?
Pateó la piedra lejos, en dirección a los durmientes, me saludó con ese gesto que le había visto hacerle Linares en la última pelea y se encaminó a cruzar las vías. Vi como se iba. Otro tren pasó. Él quedó oculto tras la formación. Para cuando terminó de pasar el tren, ya no lo veía. Volví al Clarito y le pregunté a Walter si había visto al viejo, si iba siempre a esa hora. Me dijo que no, que no era un parroquiano. Entonces dudé si el viejo al que había visto era Sánchez. Dudé que los campeones vivieran para siempre.


martes, 19 de junio de 2012

Revista Sinécdoque Nº2 | "TE CUENTO POR QUÉ" (Escriben Santiago Kahn y Claudio Risiglione / Ilustra Chara)


Educación Popular/Ficción/Historia
TE CUENTO
POR QUÉ
Escriben Santiago Kahn y Claudio Risiglione
Ilustra Chara

Relato sobre los orígenes.

Dentro del ciclo que se conoce como “la crisis de 2001” -que desembocó en la caída del gobierno de la Alianza- se enmarca la confluencia de las experiencias político-sociales de muchas organizaciones que integraron una explosión popular: se abrieron amplios canales de participación social en la toma de decisiones e inauguró una nueva etapa en la Historia Argentina. Este proceso incluyó la recuperación de fábricas por parte de sus trabajadores y la ocupación de distintos espacios por parte de muchas organizaciones sociales y territoriales. Durante ese intenso período, fueron algunas de las formas de respuesta ensayadas por la población con el fin de afrontar las distintas necesidades laborales, de vivienda, de salud, educativas y culturales generadas ante la apertura del régimen neoliberal impuesto desde la última dictadura militar (1976/1983) y profundizada hasta límites inimaginables por los gobiernos de la década del ‘90.
La brecha abierta en primer lugar por los distintos movimientos piqueteros y Movimientos de Trabajadores Desocupados (MTD) se profundizó tras las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 en torno a distintas prácticas de participación política directa por parte de la población en la resolución de conflictos. La variedad de esas experiencias es extremadamente rica en cuanto a diversidad de ámbitos, proveniencias, devenires políticos posteriores, pero -por sobre todas las cosas- marca un profundo cambio en cuanto a la participación política popular y a la experiencia ge-nerada conjuntamente por viejos militantes populares y nuevas camadas de jóvenes que ingresábamos a la acción política empujados por la necesidad, el contagio, la furia y la alegría que en medio de la crisis producía el contacto con nuevos grupos de gente donde la calle se mostraba recuperada como espacio social habitado, compartido, transformador.
La historia de la Asamblea de Flores se enmarca en ese proceso. Un grupo de gente que comenzó a juntarse en el espacio de la Plaza Rodolfo Walsh para discutir y tratar de resol-ver colectivamente los problemas coti-dianos que iban desde la alimentación hasta la necesidad de problematizar los acontecimientos políticos que se iban sucediendo en todo el país y tener algún tipo de intervención colectiva y organizada sobre el veloz desplegarse de dichos acontecimientos.
De este proceso también participaron los trabajadores de la ex Clínica Portuguesa que aún reclamaban por su fuente de trabajo y sus salarios adeudados. Y fue también en ese espacio recuperado del barrio de Flores –la ex clínica-, dónde se organizaron -impulsadas por la Asamblea de Flores- diversas actividades que asumieron la forma de un comedor, una Cooperativa de Vivienda, un Centro Cultural, una ropería, un taller textil, entre otras, y que en el marco de la amenaza de desalojo de mediados del año 2009, abrió el espacio a la conformación del espacio de un Bachillerato Popular.

El Bachillerato Popular “20 Flores”

Tras varios años de ocupación del espacio y de trabajo barrial rea-lizado por la organización, el Bachille-rato surge en torno a distintas problemáticas que confluyeron como motorizadoras del proyecto: por un lado, la preocupación por cubrir con las necesidades educativas de varies compañeres que vivían en la Cooperativa y ofrecer una posibilidad de estudios y un título secundario para muches de les habitantes del barrio de Flores que no poseen sus estudios y que -en tanto trabajadores- no pueden seguir con las exigencias que plantea el sistema educativo estatal. Por otro, la búsqueda de muches estudiantes (y graduades) de distintos puntos del sistema educativo que intentábamos problematizar los modos de enseñanza tradicional instaurados por el modelo de educación Sarmientino que aún hoy siguen vigentes en la Educación Pública como parte central de la formación de una subjetividad capitalista-patriarcal y eurocéntrica.
El cuestionamiento a este modelo es cada vez más profundo en vistas de las fragilidades que éste demuestra en la “contención” de las problemáticas sociales de la actualidad. Y también lo es por los constantes “desbordes” que presenta por parte de unos estudiantes cada vez más reacios a ser considerados como sujetos pasivos en su propia formación. Éste modelo sigue siendo hoy en día el modo a través del cual continúa impartiéndose mayoritaria y formalmente mente la Educación pública, desde los primeros años de escolarización primaria hasta el último día de formación universitaria (para los escasos casos que logran concretar todo el recorrido sorteando imposibilidades laborales, económicas y de resistencia al sopor de la pasividad áulica a la que nos somete el modelo educativo hegemónico).
Aunque fue gestándose varios meses antes, desde mediados de 2009, fue recién en marzo de 2010 que comenzó a transitar el Bachillerato Popular “20 Flores” (que aún no tenía decidido en ese momento aquella denominación). Pensado como un espacio de formación, educativo, militante, nuestro “bachi” surge de una serie de necesidades comunes entre distintos compañeres vinculades a la Asamblea de Flores y en torno a la amenaza de desalojo que la Asamblea viene sufriendo en los últimos años.
Como una referencia sobre ésta experiencia leída desde el ámbito académico podemos señalar que en un trabajo reciente Nora Gluz identifica en la práctica de los Bachilleratos Populares tres elementos con los que dialogamos en nuestra experiencia: “la crítica del carácter universal de la escuela oficial”; “la crítica a la alienación en el proceso de producción de la escolarización” y “la crítica a la legitimación meritocrática del privilegio social” (Gluz, 2009), puntos que no abordaremos en esta ocasión en de manera directa pero que operan en el telón de fondo de algunas de nuestras discusiones.



El Bachi y la(s) historia(s)

La decisión de comenzar, en la materia de Historia y Geografía, con un primer año enfocado en los trabajos de Pierre Clastres sobre las Sociedades Contra el Estado o antiestatales no se correspondía solamente con los planteos propuestos desde la currícula oficial en los cuales se inicia el desarrollo de la asignatura a través del Proceso de Hominización, el Paleolítico, el Neolítico y por último la Formación de los primeros Estados (Egipto y Mesopotamia) dentro de la carrera evolutiva que conduce al Estado Moderno y los Estados Nacionales. Si de alguna manera se entroncaba en esta problemática era más desde la búsqueda de una desnaturalización de este modelo, incorporado en el sentido común social justamente gracias a la impronta de la enseñanza primaria y secundaria y los documentales que se emiten desde las distintas señales de televisión por cable.
Clastres rompe con el pensamiento evolucionista que piensa a la “sociedad primitiva” como una sociedad incompleta, inacabada. La “sociedad primitiva” no es sociedad-sin-estado: es sociedad-contra-el-estado. Su especificidad es aquello que se silencia habitualmente en los relatos propios de la currícula escolar en función de construir el relato hegemónico legitimador del Estado. Uno de esos elementos que les son propios, de suma importancia a la hora de discutir el surgimiento del Estado y la aparición de la división social, se expresa en la guerra:

«¿Cuál es la función de la guerra primitiva? Garantizar la persistencia de la dispersión, del fraccionamiento, de la atomización de los grupos. La guerra primitiva es obra de una lógica propia de lo centrífugo, de una lógica de la separación, que se expresa de tiempo en tiempo en el conflicto armado.» (Clastres, 2004:72-73)

En primer lugar, dicho postulado tendrá consecuencias inmediatas:
“Como sociedades completas, acabadas, adultas y no ya como embriones infra-políticos, las sociedades primitivas carecen de Estado porque se niegan a ello, porque rechazan la división del cuerpo social en dominadores y dominados” (Clastres, 1981:115)

La distinción entre Prestigio y Poder en la relación entre el Jefe y la comunidad también resulta un aporte en torno a la mencionada búsqueda de desnaturalización:

«…el esfuerzo del grupo tiende precisamente a separar jefatura y coerción, y en este sentido vuelve al poder impotente. Concretamente, un jefe –dirigente o guía- no dispone sobre su gente de absolutamente ningún poder, salvo aquel –esencialmente diferente- que pueda inspirar su prestigio y el respeto que sepa ganar entre ellos» (Clastres, 1981:41)

Pensar el Estado como el inicio de las relaciones de dominación al interior de la sociedad y como punto de partida de la apropiación del excedente por parte de una minoría se propone como una posición diametralmente opuesta a las miradas tradicionales de la historiografía evolucionista y tomadas por la institución escolar desde sus inicios. Clastres desarma la mirada en la que el Estado es parte del desarrollo de las condiciones de vida del hombre como forma de impedir “la guerra de todos contra todos” y que permite al hombre salir de su economía de “subsistencia”. De esta manera no sólo no se convierten en sociedades de la carencia, sino que su especificidad implica un mecanismo de inhibición de las prácticas estatales:

“Ella ignora -porque impide su aparición- la diferencia entre ricos y pobres, la oposición entre explotados y explotadores la dominación del jefe sobre la sociedad. El Modo de Producción Doméstico que asegura la autarquía económica de la comunidad como tal, permite también la autonomía de los grupos de parentesco que componen el conjunto social, e incluso la independencia de los individuos (...) Ningún hombre presenta una inferioridad en el orden del saber o del saber-hacer respecto de otro más dotado o mejor provisto: los parientes de la víctima descorazonarían rápidamente la vocación del aprendiz de explotador” (Clastres, 1981:201).

La intencionalidad buscada con esta temática por el equipo docente de la materia apuntaba a poder plantear la existencia de un tipo de lógica no estatal, ligada a lo comunitario, en la cual los modos de articulación social se dan dentro de una lógica por fuera de los patrones economicistas que plantea la dinámica del Estado capitalista. El análisis de este tipo de dinámica se insertaba a su vez en la propia búsqueda planteada por el Bachillerato, por el colectivo que conformamos, por la posibilidad de pensar ya no sólo en términos de Estado sino de comunidad.
    Así mismo, este análisis ofrece nuevas herramientas para pensar las transformaciones que opera la imposición del monopolio de la violencia en una sociedad y las disputas que se dan posteriormente, en relación a la tensión existente entre las lógicas estatales dominantes y las contra-estatales que aún perviven o resurgen desde los espacios marginales sobre los cuales los dispositivos de poder estatal no logran penetrar o se ven vulnerados.
Por otra parte, una vez planteado el problema del Estado como el de la división de la sociedades en clases, del monopolio de la violencia, de la especialización  y jerarquización, se propuso un salto con respecto a la mirada tradicional de la historia lineal eurocéntrica en la cual toda la Historia surge y se desarrolla desde Oriente medio hacia Europa para llegar a América recién en la Conquista justamente en el momento en que ésta era “descubierta y colonizada”. Todo el recorrido de la materia fue planteado desde el propio continente americano y en particular desde la perspectiva del mundo Andino, con toda su riqueza cultural, su marco geográfico, sus recursos, y su propia organización comunal tradicional. De esta manera, el Ayllu se convirtió en el punto de referencia de la construcción de la narración histórica encarado por el equipo docente.
Al mismo tiempo, esta elección buscaba hacer puente con las prácticas y experiencias propias de varios de los y las estudiantes miembros de la comunidad boliviana que participan del espacio.
En este sentido, la dinámica en cada uno de los encuentros estuvo apuntada a trabajar desde la propia experiencia personal de los estudiantes, a tomar como punto de partida la propia historia y la forma en que se interconectaban sus vidas con los distintos acontecimientos sociales, como ellos habían influido en sus historias personales. Desde este punto de partida, y desde la construcción de un aparato conceptual que iba siendo extraído progresivamente del trabajo colectivo desarrollado en el aula se fue generando la búsqueda de construcción de un relato sobre el pasado latinoamericano común, conectado con los propios usos populares del pasado1 que aparecían como saberes previos de los estudiantes.
Algunos de los conceptos que aportaba el análisis de la Historia Antigua se enmarcaban ya no sólo en la disrupción generada por el surgimiento del Estado, sino también en los formas específicas que corresponden a las sociedades contra-estatales. De ahí fueron apareciendo conceptos tales como: Poder, prestigio, parentesco, burocracia, jefatura, monopolio de la violencia, excedente, apropiación-expropiación-propiedad comunal -propiedad privada,  horizontalidad, tributo, guerra, dominación.

Historia y Ficción

Hacia los últimos meses del primer año del Bachillerato, planteamos la posibilidad de articular entre dos materias (Historia y Geografía junto a Lengua y Literatura)  una actividad conjunta. En función de lo trabajado durante el transcurso del ciclo -las temáticas ya presentadas- se buscaba la escritura de relatos históricos para indagar sobre estas historias.
Los objetivos planteados durante el año en Lengua y Literatura habían ido, gradualmente, incorporando prácticas de escritura en las que les estudiantes pudieran también ser narradores de sus propias historias. La experiencia se ubicó también en diálogo con las trayectorias individuales de les estudiantes: muches de elles llevaban muchos años por fuera de ámbitos escolares (o pedagógicos) y la práctica de la lectoescritura tenían puntos de partida muy distintos dentro de la diversidad de edades e historias de vida particulares.
Escribir desde el recuerdo, desde la anécdota o la historia personal (Klein, 2008) es una práctica muy potente que permite volver a tomar contacto con la escritura en una clave también de problematización y reconfiguración de nuestras prácticas: nos acerca a cierto grado de pensamiento crítico sobre lo que hacemos, sobre nuestra manera de habitar el mundo y de entrar en relación con los otros. En ese sentido, el trabajo puntualmente con la escritura de ficción, puede servir también para disputar la constitución misma de los relatos canónicos e instituidos, los megarelatos sancionados como “Historia”, al ponernos en contacto con el mismo proceso de escritura del que aquellos textos fueron obra.
Una de las cuestiones a reparar en el trabajo con la ficción es el lugar común instituido que la sitúa en el espacio de “lo irreal” o “la mentira”. Al decir de Wolfgang Iser, “las ficciones no son el lado irreal de lo real, lo opuesto a la realidad que nuestro “conocimiento tácito” todavía las lleva a ser, sino que, ellas son, condiciones que permiten la producción de mundos” (Iser, 2004).
Una vez más lo que se pone en juego es como señala Paul Ricoeur que “la ficción tiene esa capacidad de “rehacer” la realidad y, de modo más preciso en el marco de la ficción narrativa, la realidad práxica, en la medida en que el texto tiende a abrir intencionadamente el horizonte de una realidad nueva, a la que hemos podido llamar mundo.” (Ricoeur, 2000). Por lo tanto, no ubicamos a la ficción en el lugar de lo fantástico, sino dentro de una dimensión epistemológica: la ficción se vuelve una clave para la comprensión y aprehensión del mundo. Enfrentar los relatos históricos signados como verdades y transformarlos en complejos procesos de producción textual, amparados en relaciones de poder fuertemente históricas e ideológicas y en un contexto producto de las luchas simbólicas y materiales por el sentido de las prácticas es parte de la tarea que se puede hacer a partir de la escritura.

El aula como trinchera

Como marco de esta experiencia retomamos la instancia planteada por Henry Giroux por la que la escritura en el aula se presenta como una propuesta pedagógica fundamental para pensarla en el contexto de la transmisión y problematización de lo que recibimos culturalmente como herencia. En su planteada “pedagogía de los límites”, el aula se convierte en un “espacio seguro”, dónde la autoridad del docente en el espacio aúlico se vuelve una garantía de la búsqueda de lecturas críticas, interpretaciones, pero también de producciones escritas que disputan el sentido, que rompen con el canon. En esa operación fundamental, se puede percibir la intervención en el espacio y el tiempo, que discute con un pasado y deja nuevas producciones, nuevos textos que transmiten posturas, ideológicas y políticas (con miradas desde los géneros, la clase, la etnia, la sexualidad) que pueden luego ser retomadas y discutidas.
En el contexto de la experiencia encarada desde Lengua y Literatura e Historia y Geografía,  vale la expresión “una lectura crítica no sólo del modo en que el pasado informa al presente, sino también de la forma en que el presente lee al pasado” (Giroux, 2003:218). Las distintas formas de acceder al pasado, a la construcción de un relato sobre esa historia que aún hoy nos atraviesa, es poniendo en juego esas representaciones en nuevos textos.
Volviendo sobre Giroux, y reponiendo el contexto de sus planteos: la discusión sobre el fin de la historia y el horizonte de trinchera contra estas teorías que eran las aulas, pensando a los docentes como intelectuales y militantes: se “reafirma como una práctica pedagógica la reescritura de la historia por medio del poder de la voz estudiantil. Esto apunta a la práctica de la contramemoria como medio de construir formas sociales democráticas que autoricen y desautoricen subjetividades e identidades específicas: la democracia se convierte, en este ejemplo, en un referente para comprender como la vida publica organiza las diferencias y qué significa esto para la autodefinición de escuelas, docentes y alumnos como sujetos políticos, ciudadanos que actúan dentro de configuraciones particulares de poder.” (Giroux, 2003:218)
Al mismo tiempo, la dinámica de la escritura, el proceso de intercambio de los materiales entre les estudiantes y las relecturas de manera colectiva implicaron un importante camino de ida y vuelta en la producción de los textos por parte les mismes estudiantes. El trabajo de análisis realizado sobre los escritos ampliaba la mirada sobre los acontecimientos. El proceso de recrear mundos con un grado de coherencia en el relato favorecía largamente la apropiación de la temática, los conceptos  y la interrelación que se establecía entre los distintos aspectos trabajados. Haciendo hincapié en lo verosímil, en qué cosas tienen sentido en cada período histórico, qué elementos podían encontrarse, qué formas de nombrar, etc.  El modo de habitar así el relato histórico se daba desde la apelación a la propia experiencia vital y sensible desde la cual los sujetos pueden encontrarse a sí mismos vivenciando una situación, un momento, una problemática y activando los vínculos entre la propia vida y el relato. Devuelve al quehacer histórico una conexión con conflictos propios de la vida tanto desde lo individual como desde lo social. La incorporación de los acontecimientos en una red de interrelaciones habilita la posibilidad de relacionar conceptos y procesos con experiencias históricas vividas por los propios estudiantes como parte de un contexto social. La práctica, opiniones, intereses de los personajes construidos ficcionalmente en sus relatos dialogaban con sus trayectorias y experiencias.
En lo que tiene que ver con la dinámica de las clases, en las que confluíamos docentes de las dos materias, tomando extensos espacios de tiempo áulico para las producciones, era especialmente importante el proceso de lectura del texto propio de les estudiantes. Esto permitía detectar al mismo tiempo los problemas que se suscitan en la elaboración del texto en un sentido no sólo histórico sino también del uso del lenguaje. La escritura se vuelve de esta manera una práctica que establece otro tipo de vínculo con el conocimiento, en el cual no se produce una incorporación pasiva de conocimientos impartido por un otro sino la producción de un saber histórico vivido de manera experiencial, construido, modificado, reelaborado a partir de la posibilidad de encontrar en el propio relato un texto coherente, compartible y fundamentalmente con la carga de creatividad y expresión que refuerza en el estudiante su necesidad de dar cuenta de sus propias necesidades y deseos, de la propia subjetividad.



Los límites y las potencias

¿Qué dificultades encontramos cuando llevamos adelante esta tarea? Las complejidades de este tipo de actividades son muchas y de diverso tipo. Están las que tienen que ver con la práctica concreta, en el tiempo, de dedicación al trabajo en clase, a dar tiempo para que las escrituras de todos y todas se fueran desarrollando y se dieran también las reescrituras, comentarios, reflexiones. Lo más significativo es cuánto de la práctica de escribir-historia puede movilizar y poner en juego las expectativas sobre temas que quizás son difíciles de abordar desde lo teórico o a partir de la lectura de libros de texto.
¿Cuánto hay de reproducción y cuánto de creación? Ahí tenemos que considerar también los límites propios del lenguaje y los textos con los que fuimos formados también nosotres como docentes, como estudiantes, como sujetos. La mediación de los textos y el proceso de complejización de esa relación no se agota en la práctica de la lectura crítica ni es un proceso que se clausure en un determinado momento. Siempre estamos revisando nuestros paradigmas y nuestra propia formación. Y eso es, también, una potencia de la práctica que permite confluir la “formación” de les que hacíamos las veces de docentes-coordinadores del espacio áulico.
La complejidad se presenta también en los límites a la intervención de los docentes en las escritura de les estudiantes. El trabajo de acompañamiento de la escritura es fundamental en la confianza de estudiantes a les que se les presentan dificultades por la falta de práctica. Uno de los problemas que se presentó fue la demarcación del límite entre el aportar una observación sobre lo escrito y la imposición de alguna idea o propuesta allí donde el estudiante presenta dudas e inseguridades. En un primer momento, la más mínima observación puede ser tomada como invalidación del texto, o se busca la palabra del docente para solucionar una duda sobre el texto, una imagen que se ajuste a “la verdad” de la situación histórica trabajada (de modo que esta sea dicha por el docente y esquive el problema de la inseguridad que genera la aprobación o desaprobación).
En ese sentido, las marcas del sistema educativo formal son una de las piedras más complejas a desandar en la búsqueda de otras formas de aprendizaje. La incertidumbre del estudiante se convierte en presión sobre el docente y puede llevar a resolver el problema a través de la sustitución del nuevo escrito en lugar de ofrecer la herramienta al otro para poder hacerlo.
Otro problema asociado a ello pasa por la ansiedad de estudiantes y de docentes frente al proceso de aprendizaje. La pretensión de un texto escrito “correctamente” en el contexto de una experiencia pedagógica nueva produce como peligro un mayor grado de intervención en el proceso de trabajo. Esto se ve agravado dado que los tiempos de cierre de la materia y las cuestiones de calendario escolar fuerzan a tener que resolver con apuro muchas de las producciones. En la medida que  justamente se trata de una nueva experiencia, tanto para el que escribe como para el docente, lo importante se vuelve el mecanismo de trabajo, el aprendizaje de la metodología y la capacidad de observación, transformación de la práctica y la crítica frente al fruto de la producción y ya no tanto la pretensión de calidad que debe exigirse en el resultado. La evaluación, como a lo largo de toda la tarea, es un nuevo paso del aprendizaje y no un punto de llegada


Apostillas sobre los textos

Resulta interesante volver sobre los textos de les estudiantes para reflexionar acerca de lo que esta experiencia significó en la perspectiva que señalábamos más arriba.
Lourdes, una de las estudiantes, tituló su relato “El Tawantinsuyu”. En él se pone el foco en unos personajes en el contexto del Ayllu2, un joven (Pikichaqui) y una mujer (Kusikullor). En el abordaje de cosas que les podrían haber ocurrido a estos personajes, puestos en juego, la mirada se centró en el rol de las mujeres en el ayllu, haciéndose cargo de la situación de su comunidad ante la ausencia de los guerreros. Aparece representada la mujer en un lugar de fortaleza. Charlando con Lourdes sobre los motivos de esa construcción ella marcó que las mujeres siempre marcharon al frente y sostuvieron a sus comunidades, y trazó una continuidad en el tiempo entre las situaciones que tematizaban en el texto (siglo XV ó XVI) con la historia de lucha más reciente de los pueblos originarios de la zona de Bolivia y el norte argentino. Tomando este caso como ejemplo, podemos notar cómo en ciertos procesos de la escritura del texto fue un ir y venir de los trazos en el papel, las correcciones, los comentarios, las argumentaciones de manera oral y escritura de lo que se intentaba dar a entender. Los textos, por lo general, tenían una característica que no es para nada desdeñable: la posibilidad de poder luego reproducirse, imprimirse, compartirse y replicarse. Usarse como disparador para nuevas discusiones, sí, pero también la función nada menor de contar una historia, una lectura sobre la historia y una expresión de una subjetividad. Como toda enunciación, siempre ésta es situada y no puede leerse por fuera de su contexto.
En muchos casos, lo que ocurre es que se presenta la situación en primera persona o como testigos privilegiados, como si pudieran meterse en esa situación y relatarla. Quizás, en algunos de los textos, como el de otra estudiante, Miriam, titulado “Un día soleado” se encuentra esta voz individual: “(...) Yo estaba en los campos de maíz, recolectando con otras mujeres comida para el ayllu. Mi padre, el cacique, se preparaba para salir  a cazar  con los mejores  hombres  de la comunidad, entre los cuales  estaba  mi futuro  esposo, el jefe  de los cazadores (...)” y en el relato siguiente se narra una secuencia de la conquista, con el punto de vista en primera persona de una mujer de esa comunidad en la que se cuelan apreciaciones hechas desde la voz que narra que son propias de una lectura desde el presente histórico. Es complejo de pensar cómo, en la transposición, también el lenguaje con el que se relata está habitado por las marcas de esa conquista primigenia: cómo referirse a los conquistadores, cómo marcar las relaciones de parentesco o al interior de la comunidad, aunque en otros casos también se recuperan palabras que han llegado a nuestros días no sin menos mediaciones como el caso de los nombres de los personajes elegidos por los y las estudiantes. En el último texto mencionado, es significativo cómo aparece la voz de la protagonista, contando la historia desde el cautiverio post-conquista, hacia el final del texto: “En ese momento empezó la guerra. Los violentos tomaron a mi gente como esclavos. Yo me defendí de los violentos, pero sin querer maté a su jefe con una lanza y terminé prisionera. Ahora sigo encarcelada, estoy muy triste, extraño a mí gente. ¿Saldré o no saldré?”.
En los cruces entre el presente de la narración y el pasado en la Historia, hay también huellas de la subjetividad. Un caso que podemos destacar es el registro de escritura del texto de Adrián, dónde el relato se enmarca en una carta firmada por “Francisco “el gallo” Pizarro”. El guiño, en ese caso, es a “Gallo” por el apodo del Club de fútbol del que Adrián es hincha: Deportivo Morón. Y, no es menor, que aparezca una mirada desde les conquistadores, pero viendo cosas que quizás podríamos esperar leer de otra manera en los documentos de aquella época. El punto de vista del conquistador convaleciente explicando los motivos que lo llevaron a nuestro continente.
En otro de los cuentos, titulado “El Padre de la Criatura”,  la referencia a la década del ’90 y el gobierno menemista es una constante en cada una de las intervenciones. El texto narra el vínculo entre un curaca3, su comunidad y Estado Incaico al momento de la Conquista española de los Andes.
El contexto previo esta dado por la ruptura de la lógica igualitaria del ayllu por la expansión del Estado Incaico en toda la región de los Andes y por la forma en que se daban los nuevos mecanismos de legitimación de dicha dominación a través de los curacas locales. En este caso se observa cuál es el rol de un curaca en esta dinámica. La negociación entre el curaca y el Imperio, el ofrecimiento que el Tanwantisuyu hacía a los curacas al llevar a sus hijos a formarse junto a la elite cuzqueña y por último, el aprovechamiento que hacen de estas prácticas los conquistadores españoles en la reorganización del Imperio.  El juego que el autor realiza en este cuento es el de un constante paralelismo con el gobierno menemista y sus constantes negociaciones con los distintos organismos de poder internacional como forma de someter económicamente al pueblo. Lo interesante se observa en la forma en que se trabajó esta articulación, la apelación al parentesco, la relación trazada entre el Imperio incaico y los imperialismos del presente y de los modos en que se presentan las formas de legitimación del poder.


A modo de conclusión

Aunque es mucho lo que quedó pendiente de decir y problematizar a partir de la experiencia abordada, creemos que éste un trabajo introductorio. Hay que seguir indagando en los textos producidos; en los procesos que se fueron articulando alrededor de esta práctica; de los intercambios entre estudiantes-docentes y cómo esa relación, esa tensión entre los roles en el aula puede favorecer un proceso de reflexión así como puede tener una excesiva función tutelar. Queda, como horizonte, replicar la experiencia en otros espacios -o en el mismo con nuevas camadas de estudiantes y de docentes-, participando activamente en el proceso, en la reconfiguración de esta práctica a partir de sus saberes previos y trayectorias personales que siempre actualizan la experiencia.          En consecuencia con esto último, podemos volver a citar -en extenso- a Giroux, a propósito de esta experiencia de escritura en un contexto como el propuesto desde las materias de Historia y Geografía y Lengua y Literatura de nuestro Bachillerato Popular: “Los alumnos son autores de sus propias voces y construyen identidades sociales. Hay que tomar en serio el conocimiento y las experiencias que constituyen las voces individuales y colectivas gracias a las cuales los alumnos se identifican y otorgan significado a sí mismos y a los otros, y recurrir a lo que saben de su propia vida para criticar la cultura dominante. La experiencia estudiantil tiene que entenderse y reconocerse, ante todo, como la acumulación de acuerdos y relatos colectivos que dan a los alumnos una sensación de familiaridad, identidad y conocimiento práctico. Dicha experiencia debe afirmarse e interrogarse críticamente. Además, es preciso afirmar su construcción social e histórica y entenderla como parte de una lucha más amplia por la voz” (Giroux, 2003:223)
Es en la doble vía abordada de escritura y el estudio de un período histórico, desde una determinada perspectiva que se generan las condiciones para este tipo de prácticas de enseñanza/aprendizaje. Lo que decíamos antes sobre el carácter de la enunciación, siempre situada, siempre en el contexto de un tiempo y un espacio específicos abre el campo hacia lo más deseable de esta propuesta: seguir escribiendo historias, multiplicando las voces que relaten, cuestionando los relatos que se nos presenten como dados y asumiendo la tarea fundamental de seguir siendo protagonistas de nuestras propias luchas.

Notas
1 Producción Colectiva: En Boca de Todos. Apuntes para divulgar Historia. Editado por Nosotros Mismos, Chacarita, 2009, Pág. 28
2 El Ayllu es la unidad de sociabilidad básica en las los Andes, la cual data de tiempos inmemoriales y pervive aún en la actualidad. La definición de este concepto ha suscitado amplios debates entre historiadores y antropologos , pero básicamente podemos decir que se trata de un grupo de personas que se reconoce como parientes y descendientes de un antepasado común y que por ende entabla vínculos reciprocitarios derivados de esta condición de filiación. El ayllu conlleva a una serie de obligaciones para sus miembros entre las cuales esta la organización de festividades para toda la comunidad o el mantenimiento de los antepasado , a su vez la localización del mismo  puede estar circunscrito a un determinado territorio (aunque no necesariamente).
3 El Kuraca es el término para designar al líder del ayllu o de otras formas de organización más amplias en los andes, y en tanto tal debía cumplir con una serie de obligaciones para con la comunidad a cambio del mantenimiento de su rol. Varios teóricos afirman que el poder de los Kuracas se cristalizó a partir de la expansión y conquista de territorios por parte de los incas, ya que aquellos funcionaban como nexo mediador indispensable entre la comunidad y el Imperio e incluso con la llegada de los españoles parece haberse mantenido esta situación.
4 Agradecemos a Daniela Carballo por la lectura atenta y los aportes en las definiciones de estas notas.


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