lunes, 12 de septiembre de 2011

Revista Sinécdoque Nº1 | "Japi verdi tuyu" (Escribe Reina Rosko)


Japi Verdi Tuyu
Escribe Reina Rosko

Bueno, Iván, es tu cumpleaños. Y como saben que yo soy muy amiga tuya me han pedido que diga unas palabras. No sé porque la gente cree que te conozco más que nadie. No soy la persona que te conoce hace más tiempo, ni tampoco creo ser quien te conoce más íntimamente. Pero bueno, acá esta gente, a la que llamamos nuestros amigos, cree que como cumplís cuarenta pirulos, hay que decir algo. Vos ya sabés que a mí cumplir años no me parece ningún logro digno de festejo pero igual te quiero decir un par de cosas. Si esperan que haga una loa sobre tu persona, se van a desencantar terriblemente. Porque lo primero que voy a decir, Iván, es que sos una de las personas más inútiles que conozco. Si, bueno, es cierto, sabes un montonazo sobre libros.  Pero eso te viene por tu viejo, que leyó hasta quedarse ciego, el muy idiota. Igual no te lo desmerezco, tener cultura libresca es un mérito, che. Un mérito inútil, digamos, pero un mérito al fin. Además, siempre ganas en la parte de cultura del Carrera de mente y nadie juega al ajedrez como vos, preguntale a los viejitos de la plaza que te odian por eso. Por otro lado, vos siempre estás diciendo ‘como dice tal autor’, lo que habla de tu sapiencia. Igual eso a mí medio que me da por las pelotas que no tengo porque en general no tengo idea de qué estás hablando. Pero vos te sentís re, re importante porque sabes en que año Borges se tiró un pedo. A ver, que no se me mal entienda, sos un tipazo, Iván. Es cierto que no sabes ni cambiar una bombita de luz, ni en donde está la Avenida 9 de Julio, ni arreglar un cuerito de la canilla. Ah, pero cebas unos mates geniales. Y no hay nadie que coja como vos. Si, esas son tus tres logros, nene: coges bien, sabés mucho sobre libros y cebás unos mates riquísimos. Eso va a decir en tu epitafio. No, paren, paren, sí, sos un buen tipo, Iván. Cuando alguien está mal, siempre recurre a esa rendidora oreja tuya. Por eso, creo yo, estamos todos acá. Pero bueno, tampoco hay que exagerar. Igual debo decir que vos siempre hiciste la tuya, y eso te lo aprecio. Nunca te importó un bledo lo que opinaban los demás. Cuando cumpliste treinta yo me acuerdo que tu vieja, que descase en paz, me dijo: ‘Ay, nena, a vos que el Ivancito te hace caso, ¿por qué no le decís que se case y me de un nieto?’. Yo la quería mucho a tu mamá, si casi como que me crió, pero igual ese día le arruiné la tarde. ‘No se haga ilusiones, Dora, que Iván no se casa más”. Y no te casaste, Iván, ni le diste nietos aún cuando tu madre que te dio la vida casi te lo rogó. O tu papá, que quería que estudiaras algo. Cualquier cosa, Iván. Y vos ni siquiera terminaste el secundario. Y no sólo eso, sino que con la guita que cobraste de su herencia no terminaste la casa como él quería, sino que abriste una librería que vende libros que a nadie le interesan. Te juro que todavía no sé como sigue abierta. Sí, claro, están esos intelectuales de la Facultad de Filosofía y Letras que vienen a ver si encuentran algún manuscrito inédito de Juan Pirulo y siempre terminan llevándose algún librito gordo que vos les recomendás.  Esos pibes sí que te escuchan, Iván, y ahí es como que estás en tu salsa. Esos pibes quieren ser como vos algún día. No me miren así, me pidieron que dijera algo sobre Iván. Y eso es lo que estoy haciendo. Y que quede en claro que no es malo todo esto. Porque a pesar de todos tus defectos, sos mi persona favorita en este mundo. Porque aunque digan que sos un fracasado, a tu manera, yo sé que vos te sentís un triunfador.  Aunque tus triunfos no caigan dentro de lo que el vulgo considera triunfos. Por eso digo que siempre te admiré. Porque siempre jugaste con tus propias reglas. Claro, ahora que yo tampoco soy una nena, hay ciertas reglas tuyas que me sacan un poquito de quicio. Como que cada vez que miramos la tele tengas que hacer una diatriba sobre la manera en que el mundo se está yendo al carajo. Dejalos, Iván, si ellos son felices mirando culos y tetas.  No todos pueden ser intelectuales progres como vos. No se rían, che, que no es gracioso.  Igual me gusta más ahora que me molestan esas cosas de vos. Cuando tenía quince años todo de vos me parecía maravilloso. Ahora me doy cuenta que sos un tipo más, como cualquier otro, que podrías ser vos o cualquiera. Y eso te hace aún más encantador. Porque no fue cualquiera, fuiste vos, Iván. Y entonces puedo sentirme bien al odiar ciertas cosas de vos. Como esos cigarrillos que armas con tanto esmero y que tienen un olor espantoso que luego se queda impregnado en todos lados, que huelas a esos cigarrillos de mierda todo el tiempo. O que te vayas al fondo a cortar los yuyos y putees como si estuvieras peleando con una hiedra venenosa. ¿Ustedes lo vieron alguna vez? Es una lucha cuerpo a cuerpo entre la maleza y el susodicho. Y después íntegramente manchado de verde y marrón, se tira en la cama y ensucia todo. Uno puede enojarse todo lo que quiera, pero al señor no le importa, porque las sábanas se lavan, que hacerse tanta mala sangre, che, por unas sábanas de mierda. Iván y su desencanto por los objetos. Las cosas, excepto los libros, no tienen ningún valor para vos. Por eso los tratás, a los tuyos y los ajenos, como cosas sin importancia. No interesa si yo quería mucho la toalla bordada que me regaló mi abuela antes de morir. ‘Es una toalla, Lola, no es tu abuela, tu abuelita está muerta y lo que tenés que atesorar es su recuerdo, no una toallita de mierda’, me dijiste luego de usar la toalla para limpiar las bujías del auto. No, no lo miren así, no lo hace de malo. Es que sencillamente para Iván los objetos no tienen importancia, van y vienen, son útiles en cierto momento y ya. Lo único que no es descartable es la gente. Eso decís todo el tiempo. Y te creo, sé que lo decís de corazón. Es que es así, hay muchas cosas que me gustan de vos. Pero hay otras que me enferman. Como que nunca hagas lo que decís que vas a hacer. Diálogo. Lola dice: ‘Iván, vas a comprar un saché de leche’. Iván responde: ‘Si, en cinco’. Una hora después Lola dice, gritando: ‘La puta que te parió, Iván, anda a comprar la leche, ¿querés?’.  Iván tira por ahí el libro que estaba leyendo y sale a comprar la leche, así, en pijamas, sin siquiera molestarse en ponerse un pantalón. Se supone que tiene que ir a lo del gallego que está a once contados pasos de su casa. Pasa una hora y Lola con el puré a medio hacer porque la leche no llega. Dos horas y media después, Iván llega sin leche. A la pregunta de ‘¿Y la leche?’, Iván responde muy suelto de cuerpo: ‘¿Qué leche?’. Lola entra en una crisis de nervios y amenaza con irse a la mierda porque está podrida de su inutilidad. Pero Iván explica qué le ocurrió. Salió para lo del gallego, pero en la puerta se encontró con Daniel, hoy alegrándonos con su presencia, quien lo invita sin más a tomarse una cervecita en el bar de la esquina. Como son las siete, Iván calcula que tiene dos horas hasta que el gallego cierre el negocio, por lo cual decide que bien puede dedicarle una hora a Dani que anda mal con la jermu y pobre se siente como abatido. Estando en el bar, con media cerveza ya dentro del organismo, entra al local el Cordobés, quien al verlos, corre a su encuentro y les dice: ‘Che, vengan a ver la moto que se compró Nene’. Moto desgraciada con la que el Nene se mató el año pasado, que Dios lo tenga en la gloria. Pero en esa época el Nene estaba vivo y la moto intacta, como bien lo pudieron apreciar los ojos de Iván y Dani. En apreciación motorística estaban, cuando la vieja del Nene entra al garaje y le dice a los tres amigos: ‘Ay, ya que están los cuatro, no me mueven el mueble de la cocina que pesa un motón, a ver si así puedo barrer atrás del aparato ese. Hace tanto que no limpio ahí que seguro encuentro a tu viejo escondido, Nene’. Por si alguien no lo sabe, el viejo del Nene se fue cuando él tenía cinco años para no volver. Noten el negro humor de la alegre, en aquellos tiempos al menos, viejecita.  En fin, allí fueron los amigos a correr el mueble. Y ya que estaban en la cocina, se tomaron otra cervecita porque que calor que hace, la puta que lo parió. Y como era época de fiestas, la vieja del Nene dice: ‘¿Y si tomamos una sidra?’. Y como que no, deciden tomar la sidra. Con tanta mala suerte, pueden creer, que al destaparla, el Nene le da con el corcho al cordobés en el medio de la jeta. Y ahí nomás se suben los tres amigos al coche del Nene y se van al hospital con el cordobés sangrando como si hubieran abierto un grifo. Al final, era el tabique nasal. Se lo acomodan y chau picho.  Vuelven los amigos para el barrio riéndose de lo sucedido. Para ese entonces son las nueve y media, hace dos horas y media que Iván se fue de su casa y el gallego ya cerró. No que él se acuerde que tenía que comprar la leche. Entra en la casa y la encuentra a Lola que le mira las manos y enrojece.  De más está decir que esta explicación no me contentó, más bien me enfureció más. Al final nos amigamos, claro, y terminamos comiendo papas al natural. Pero bueno, Iván, supongo que vos no serías vos sin esos fratifurtios que te mandas de vez en cuando. Que lástima que no escribí todo esto así lo decía también en tu funeral, por descontado doy que moriré después que vos y que la mayoría de ustedes. En fin, sin más amigo Iván, que los cumplas muy feliz”.

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